Louis Auchincloss, que este año cumplirá 91, es el decano de las letras estadounidenses, un novelista bien conocido y apreciado en su patria y quizá menos fuera. Es dueño de un estilo directo, elegante, ameno, de los que se dejan leer, también por lo inteligente y lúcido de muchas de sus observaciones.
La educación de Oscar Fairfax es una falsa autobiografía. Es una novela que adopta la forma de un relato en primera persona sobre la propia vida y el propio entorno. Ese entorno es el de la clase alta norteamericana: colegios de élite, buenas universidades, excelentes matrimonios en el sentido de “buenos partidos”, trabajos que dan mucho dinero y además prestigio social… Como el Hollywood de los teléfonos blancos pero, además, con clase, con un toque de europeísmo, que allí ha sido tradicionalmente signo de exquisitez.
Como suele ocurrir en las autobiografías -en la verdaderas y, como se ve, también en las falsas- la época más interesante suele ser la de la infancia. En libro es mucho mejor en su primera parte que en la segunda.
Pues en ese mundo, como en cualquier otro, hay de todo: gente sin conciencia y sin escrúpulos; o simplemente gente con una doble moral que todo lo sacrifica a las apariencias, a las conveniencias. Los muchos personajes de la novela pasan por la vida creyéndose lo que no son, porque muchos son, en realidad, desgraciados engreídos.
Sin cargar nunca las tintas, como quien describe un simple paisaje, Auchincloss va presentado, a lo largo de la narración, una amplia galería de personajes. Todos interesantes y algunos detestables. Un ligero cinismo recorre la carrera de Oscar Fairfax, pero es tan elegante que apenas se deja notar.