Entre 1905 y 1936 Chesterton escribió 1.535 artículos para el Illustrated London News. Algunos fueron agrupados y publicados en libros ya durante su vida y otros fueron publicados póstumamente. Los 40 reunidos en esta edición se corresponden a columnas que firmó desde 1920 a 1928 y fueron reunidos primera vez en un libro el año 1955.
Esta edición en español no indica ni los títulos originales ni las fechas en que fueron publicados los artículos, ni si su orden es el mismo de la edición primera. Todo parece indicar que no, pues los cinco primeros artículos son, justamente, los dedicados a las cosas que Chesterton vio en su viaje a España. Aunque no son los mejores, pues Chesterton alcanza su máximo nivel cuando habla del mundo inglés que domina por completo, en ellos se contienen inteligentes observaciones. Por ejemplo, cuando en “El color de España” habla de lo apropiada que resulta la mezcla entre misterios religiosos y diversiones, algo chocante para quienes “no creen en los misterios religiosos”, pues, dice, “los escépticos son muy sensibles en lo que respecta a la veneración”.
Los demás tratan sobre muchos temas y, aunque primariamente se refieren a personajes históricos ingleses, a la Edad Media, a distintos autores y obras literarias, a virtudes y defectos franceses, etc., en cualquiera pueden aparecer consideraciones jugosas de distinta clase.
En una primera lectura yo declararía excelentes los tres titulados “La edad de la razón”, dedicados al análisis del siglo XVIII; “La vida interior”, donde analiza Robinson Crusoe y habla, con mucho acierto, de que “leemos una buena novela no para conocer a más personas sino para conocer a menos”…; “San Jorge e Inglaterra”, donde compara el culto a los santos y el culto a los héroes; “Los derechos del ritual”, acerca de las ceremonias fúnebres; “El espíritu nacional” de la Inglaterra de Chaucer y Dickens, perdido ahora cuando la libertad está extraviada en “un laberinto de prohibiciones”.
Y también “Sobre el ensayo”, donde después de declarar que probablemente no hay “un solo hombre vivo que admire a Stevenson más que yo”, critica el uso que se hace de una de sus frases, “viajar con esperanza es mejor que llegar”: “Ningún hombre viajaría con esperanza si creyera que la meta será desilusionante en comparación con el viaje. Se puede sostener que eso hace al viaje tanto más agradable, pero en ese caso no se puede decir que inspire alguna esperanza, pues se supone que el viajero pone su esperanza en el término del viaje y no sólo en su continuación”. Pero cuando lea de nuevo el libro pensaré que son mejores otros.