Martin Warnke, catedrático emérito de la Universidad de Hamburgo y autor de estudios sobre arte, conduce al lector desde los primeros cuadros de Velázquez con temas de la vida ordinaria, hasta las obras maestras de Las Hilanderas y Las Meninas.
Los comienzos en Sevilla muestran el mundo sencillo en el que se instruye el pintor dentro del ámbito gremial. Los objetos cotidianos en escenas de historia sagrada, que aparecen en segundo plano, muestran ya el buen oficio del pintor. Bodegones como El aguador de Sevilla pasan de ser temas de “cosa humilde”, a objetos apreciados en la alta sociedad.
La ayuda de Francisco Pacheco, el apoyo de artistas sevillanos y el gusto de Olivares por la pintura cercana a la realidad facilitaron su acceso a la corte. Warnke describe los primeros retratos del monarca y sus ministros, las diferencias en poses, atributos y dignidad que el pintor aplica a cada modelo.
Si bien no estudia los cuadros de tema religioso profusamente, describe Cristo crucificado y La Coronación de la Virgen. Aporta datos de interés en torno a obras de tema mitológico como Los borrachos, pintado para el joven rey, susceptible de diversas interpretaciones. Tras viajar a Italia, Velázquez realiza La Fragua de Vulcano en la que parece plasmar la confrontación entre teoría (Apolo) y praxis (Vulcano): creación espiritual y labor manual no hacen sino interrumpir la actividad de taller. Se reafirma su factura pictórica abierta en las vistas del jardín de Villa Médicis anticipando los logros del impresionismo.
Participó en la decoración de la sala de los Bufones y el Salón del Reino para el Palacio del Buen Retiro. Wranke señala cómo Velázquez confiere dignidad a los bufones haciendo prevalecer su función educativa sobre la diversión. En La rendición de Breda destacan los gestos de los dos generales, el simbolismo se refuerza con la disposición de la escena en encuentro, destacando el trato caballeresco entre vencedores y vencidos. La capacidad para captar y mostrar “la individualidad de las conductas” se aprecia en el estudio de los retratos del rey Felipe IV y de su familia, El dios Marte, Esopo y Menipo.
De su segundo viaje a Roma destaca las obras Inocencio X, y La Venus del espejo, en la que el juego de pliegues de los paños contribuye al efecto sensual. Warnke culmina su estudio con dos obras maestras de Velázquez. Puesto que el artista aspiraba a la nobleza, sólo podía ejercer su pintura al servicio del rey o como actividad desinteresada. Las Hilanderas contrapone el trabajo artesanal de Aracne del primer plano, con las damas contemplando la imagen de Europa al fondo. Para el autor, responde a una estructura de contrarios que se repite en las obras de Velázquez. A través de su estudio sobre Las Meninas, nos introducimos en el escenario. Al incluirse el pintor en el cuadro mirando hacia el observador, ya con la cruz de la orden de Santiago en el pecho, preconiza el acto de pintar adscrito al concepto nobiliario del trabajo. El artista educa al cortesano por puro placer y libre impulso espiritual.