El ladrón de arte

Seix Barral. Barcelona (2007). 382 págs. 21 . Traducción: Diego Friera y Mª José Díez.

TÍTULO ORIGINALThe Art Thief

GÉNERO

Decía S.S. Van Dine, estricto reglamentador del género policíaco, que un crimen que sea menor que el asesinato no justifica más de cien páginas de lectura. Noah Charney (New Haven, 1979) sale airoso de ese reto con su primera novela, donde no hay ni una sola muerte. Tal vez ayude el tono desenfadado, casi paródico, del relato, y conviene advertir además que no se trata de un clásico whodunnit al estilo de Aghata Christie, pues no es aquí el detective quien da con la solución del caso, sino que esta viene servida directamente por el simpático narrador (voilà, hop!) a los ojos encantados de su público.

Charney es experto en delitos contra el arte y, si consigue superar los límites de su especialidad, podrá convertirse en una nueva estrella de la narrativa ligera. Esta primera incursión literaria le permite exhibir sus conocimientos en la materia, sumándose a la moda del best-seller culto. Sucede que han robado tres cuadros (un Caravaggio y dos Malevich) en puntos diferentes de Europa (Roma, París y Londres) sin que aparezca una clara conexión entre los hechos. Entre los protagonistas, como es lógico, figuran expertos en arte, lo que da lugar a digresiones sobre pintura y sobre delitos contra el arte. Pero esto apenas empaña la animación del relato. La trama avanza a golpe de breves cuadros y cambios rápidos de escenario que, como en los actuales thrillers cinematográficos, obligan al espectador (lector) a un esfuerzo continuo por unir las piezas.

Charney domina bien los recursos narrativos. Su prosa es ágil, con raras caídas en la pedantería (entre las que destacan las inútiles frases en francés) y un frecuente uso de la ironía en los diálogos.

Aunque desdeña exquisitamente el sexo y la violencia y dosifica el glamour, sus personajes son intencionadamente tópicos, con una amoralidad de alta sociedad donde, como está mandado, los aventureros guapitos de cara ganan la partida a los aburridos burgueses. Anotemos también una interesante burla de las intrigas masónico-esotéricas tan en boga.

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