Se supone que con Next, como con anteriores novelas, Michael Crichton se propone varias cosas a la vez: por un lado, vender mucho y preparar una próxima película; por otro, alertar sobre los comportamientos sin escrúpulos de muchas empresas y científicos que trabajan en investigaciones genéticas, señalar la ignorancia descomunal de políticos y jueces respecto a esa materia, dejar constancia de cómo los sinsentidos jurídicos consiguientes nos amenazan a todos.
Para asegurar el éxito comercial, lo primero presenta varias situaciones de relaciones personales y familiares patéticas, con sus correspondientes e innecesarias escenas de sexo, introduce muchos personajes y estructura su relato a base de diferentes historias que se alternan, y remata su argumento con un final inquietante para todos pero en el que los malvados de esta historia concreta reciben su merecido. Sus tramas principales son la de unos cazarrecompensas que acaban persiguiendo a una joven abogada y a su hijo de ocho años debido a que las células de ambos fabrican citocinas; la de un matrimonio de científicos que adoptan a un niño-mono porque tiene los mismos genes del padre, y la de un simpático pero abrumador loro transgénico que causa el desconcierto de todo aquel que se lo encuentra.
Para denunciar los riesgos de las manipulaciones genéticas, cuenta muchas historias y da multitud de datos cuya veracidad debe ser juzgada por quien conozca bien estas cuestiones. En lo que yo sé, Crichton parece guiarse por los conocimientos y los comportamientos científicos más fiables de los que se dispone y, también, por el sentido común. Para mí es significativo que, al comentar la extensa bibliografía del final, diga que las opiniones que Chesterton formuló ya en los años veinte sobre cuestiones genéticas y eugenesia fueron y siguen siendo “de una claridad aterradoramente meridiana”, y que sus predicciones sobre lo que ocurriría fueron exactas.