Magnífica reedición -el cuadro de Rusiñol reproducido en la portada, el papel, el tipo de letra: todo invita a la lectura- de este libro de relatos, publicado por primera vez en 1976. Las diecisiete breves narraciones que lo componen tienen unidad de lugar y de tiempo -se sigue un orden cronológico-; y un protagonista. Se trata de pequeñas anécdotas o sucesos, probablemente con raíces autobiográficas, vistos por la mirada de un chico -desde el despertar de su conciencia como persona hasta la adolescencia-, que transcurren en un entorno mediterráneo.
No importa tanto la acción, como las reacciones suscitadas en el alma sensible del protagonista por unos hechos de los que unas veces es actor directo y otras más bien espectador: el contraste entre la vida urbana y la vida rural (Muere con el sol), el descubrimiento de la naturaleza, sus leyes, su belleza (magnífico, por ejemplo, el relato titulado Los gorriones); las relaciones no siempre fáciles con los mayores (La boda, Nadie es nuestro); lo que trae momentos de perplejidad, de dolor, de soledad, pero también de honda sintonía (Otro tiempo, Señora Abeja); la necesidad de comprensión y de afecto y la dicha que se produce cuando llegan (Los cangrejos); el interés por los problemas de los demás (El paseo de los plátanos, El hombre de las cinco treinta)…
Casi tan importantes como las palabras son los silencios, lo que apenas se esboza, pues basta una mirada, un apunte, un detalle para que el lector capte la interioridad rica y delicada del protagonista: “La playa vacía. Sombrillas tumbadas por el viento, nubes de arena sobre el mar azul ceniza… y una nostalgia de otoño y de hojas muertas…” (No sabes cuánto). En ese sentido, los relatos son también una invitación a contemplar, a descubrir lo bello, lo auténtico en un paisaje, en la conducta de una persona, en las pequeñas tradiciones hogareñas…
La prosa destaca por su limpieza, por su precisión y lirismo. Urbina evita los adornos innecesarios mediante la adjetivación adecuada: “Bien lejos. En un valle largo y verde. No hay horizonte. Sólo montañas y árboles altos en el valle largo. Bien lejos, el pueblo se queda solo, y caen las hojas desde la falda del monte alto, hasta el huerto hondo del valle” (Domingo).
Por un lado, La otra gente es un excelente libro para ayudar a jóvenes estudiantes a descubrir sin temor la buena literatura. Pero, además, al leer esos relatos, muchos adultos verán expresado artísticamente lo que probablemente sintieron durante su infancia y su adolescencia, en situaciones parecidas a las que narra Pedro Antonio Urbina, y esto los enriquecerá sin duda.