Desconocida entre nosotros hasta hace muy poco, la obra aforística del escritor y pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila (Bogotá, 1913-1994) parece resurgir del olvido gracias a la incansable labor que están llevando a cabo su compatriota Álvaro Mutis -autor de la inclasificable saga de Maqroll, el Gaviero- y el filósofo italiano Franco Volpi -amigo y exégeta de Jünger, además de autor de un muy interesante ensayo sobre el nihilismo que acaba de publicar en España Siruela-, quien ha sido su mejor embajador en el viejo continente. Ahora, y gracias al esfuerzo de la joven editorial sevillana Los papeles del Sitio, nos llega una fascinante antología de los mejores aforismos -o escolios, en el particular dialecto daviliano- de este autor soberbio, inteligente y cáustico, que es Gómez Dávila.
Tildado de reaccionario por sus coetáneos, católico convencido, conservador en el mejor sentido de la palabra, Gómez Dávila, en sus inteligentes apuntes, recuerda a los grandes moralistas franceses del XVII y el XVIII -de La Rochefoucauld a Rivarol pasando por Joubert- con un injerto de barroquismo caribeño, de feliz alegría hispana. Sus dardos se dirigen contra la modernidad y sus privilegios, contra la estupidez de lo políticamente correcto y las fechorías perpetradas en nombre de la Razón. Todo ello dicho con una perspicacia y un humor indudables: “La fe que no sepa burlarse de sí misma -escribe en uno de los escolios- debe dudar de su autenticidad. La sonrisa es el disolvente del simulacro”.
Uno de los grandes aciertos del antólogo de este libro, Juan Arana, ha sido agrupar en temas los distintos aforismos, de modo que Escolios escogidos se puede leer como un diccionario de ideas. En él, se pueden encontrar reflexiones dedicadas a la aristocracia y al humanismo, a la fe y al ateísmo. De la verdad nos dirá que “es la dicha de la inteligencia”. De la duda nos enseña que “el momento de mayor lucidez del hombre es aquel en que duda de su duda”. En cuanto a la felicidad leemos que “una existencia feliz es tan ejemplar como una virtuosa” o que “la felicidad es un instante de silencio entre dos ruidos de la vida”.
En última instancia, Gómez Dávila no deja de ser eso que los franceses denominan un maître à penser, un maestro del pensar y de la vida, aunque en un sentido algo distinto al francés. De hecho, cada uno de los aforismos del autor colombiano es una invitación a romper con los parámetros establecidos por la modernidad, un chispazo de luz que trastoca muchos de los lugares comunes de hoy día. “Hasta el bien y el mal -escribe en otro de sus escolios- son anónimos en el mundo moderno”. Y se esté de acuerdo o no con él, es imposible leer cualquiera de estas frases y permanecer indiferente ante el sortilegio, intelectual y verbal, de uno de los mejores aforistas que ha dado la literatura en español del siglo XX.