Santiago Roncagliolo, periodista peruano afincado en Barcelona, es también hombre de diversas facetas literarias que van desde los guiones de cine a la novela pasando por la literatura infantil. De ahí que esta obra no sea una biografía al uso de Abimael Guzmán, el líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, pues en ella se combinan los recuerdos personales del autor, que era un niño durante la época de la aparición de Sendero, a principios de los ochenta.
También encontraremos transcripciones de largas entrevistas con presos de Sendero, aunque Roncagliolo nunca logró su objetivo de entrevistar a Guzmán, la cuarta espada del comunismo internacional, tras Lenin, Stalin y Mao. En el epílogo del libro se asegura que el líder senderista le reprocha su “neutralidad”, algo incomprensible para un revolucionario que no entiende de imparcialidad. Mas esta obra, aunque procure ser objetiva, es una condena de una izquierda revolucionaria que recurrió a la violencia. Así lo expresa un Roncagliolo cuya infancia está llena de imágenes de camisetas del Che o de músicas de cantantes de la Cuba castrista.
El autor, que sigue considerándose de izquierdas y al mismo tiempo un “burgués satisfecho”, arremete decididamente contra visiones del mundo asentadas sobre un corpus ideológico que niega la realidad y sólo ve aquello que quiere ver. El resultado es que se justificarán los más horribles crímenes por el bien de la causa.
Guzman llevó a Perú, con todas sus consecuencias, las estrategias de la guerrilla maoísta, un movimiento que lleva la lucha al campo pero que se encuentra con las mismas dificultades del Che en Bolivia: los campesinos no siempre le apoyarán e incluso resistirán violentamente al terrorismo. Mas el error que llevó al definitivo fracaso de Sendero, tras un balance de casi 70.000 muertos en doce años de violencia, es el intento de llevar la lucha revolucionaria a las ciudades. Grandes urbes como Lima no serían el marco más idóneo para una guerrilla agraria que tuvo que limitarse a sembrar el terror con asesinatos indiscriminados y sabotajes.
Roncagliolo explica también cómo eran los activistas de Sendero y cómo Guzmán se convirtió en un objeto de culto para ellos.