Resulta difícil saber por qué Bearn o la sala de las muñecas todavía no ha pasado a la historia como una de las mejores novelas españolas del siglo XX. Se podría culpar, tal vez, a la soledad de su autor, Llorenç Villalonga (1897-1980), que vivió siempre alejado de los círculos de poder que determinan el canon literario de una época. Falangista de carácter escéptico y rasgos aristocratizantes, el escritor mallorquín se ganó el olvido de los que nunca le perdonaron ni su independencia ni su altivez intelectual.
Como una extraña coincidencia, fue precisamente en el verano del 36 cuando inició la primera redacción de Bearn. Mientras España se desangra en la guerra civil, Villalonga traza el retrato de la decadencia de un mundo, el de la aristo…
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