Ediciones B. Barcelona (2006). 416 págs. 21 €. Traducción: María Antonia Menini.
El famoso autor de intrigas judiciales cambia en esta ocasión de registro para ofrecer una obra en la línea de lo que hace años se llamaba nuevo periodismo y hoy cae, sin más, bajo el rótulo de la no ficción. Es la crónica pormenorizada de un error judicial que estuvo a punto de acarrear la pena de muerte a Ronald K. Williamson, vecino de Ada (Oklahoma) y a su amigo Dennis Fritz. Debbie Carter (único nombre supuesto de todo el elenco) es violada y asesinada. No es el único homicidio cometido por esas fechas (comienzos de los ochenta) en aquellos aledaños, casi siempre apacibles; así que los agentes encargados del caso tienen prisa por encontrar culpables. Williamson, fracasado en su matrimonio y en su carrera como jugador de béisbol, ha caído en las garras del alcohol y la depresión, y su conducta poco sociable le hace fácil presa de la falta de escrúpulos de los guardianes de la ley.
En los pasajes más truculentos, como el del asesinato o las anécdotas en torno al tinglado de la pena capital, Grisham aparece como el eficaz narrador de siempre. A pesar de ello, el tedio es una amenaza real durante los capítulos dedicados a narrar la enfermedad de Ron o los avatares del proceso. Novelar un sumario judicial es quizá tarea más grata al escritor que al lector. Por lo demás, queda clara la intención de denuncia y en este sentido «El proyecto Williamson» consigue mostrarnos lo insostenible del recurso a la pena capital. Hay una soterrada ironía contra el sistema judicial y agrios dardos contra quienes destrozaron una vida sin la menor compensación, a pesar de las garantías (todo hay que decirlo) que permitieron una limpia revisión del proceso.
Jesús SanzACEPRENSA