Lumen. Barcelona (2006). 512 págs. 24 €.
El «Libro de la vida» es el escrito más luminoso y apreciado de santa Teresa (1515-1582), doctora de la Iglesia y reformadora de la Orden Carmelita. Edith Stein, por ejemplo, se convirtió al catolicismo gracias a la lectura de esta obra. Consiste en una redacción memorialística donde toda la personalidad de esta mujer se desborda con gracia, viveza y profundidad, yendo de las cosas más menudas y cotidianas de la vida («entre los pucheros anda el Señor») hasta las grandes verdades divinas y las experiencias místicas más elevadas.
Escrito bajo el aliento de su director espiritual, santa Teresa recorre muchos momentos de su vida que la muestran como una mujer enérgica, decidida, graciosa, audaz, y con los pies bien puestos en la tierra: breves notas de su infancia y juventud (algunos amoríos iniciales, el intento de participar en las batallas contra los moros, la vida hogareña de los Cepeda y Ahumada), los inicios de su vida como religiosa en la Encarnación (donde a veces se aburre rezando), las innumerables aventuras por tierras castellanas para erigir conventos por su «locura» reformadora (no duda en visitar al rey para pedirle ayuda ingeniosamente, o se atreve con los jaleosos sevillanos que la rechazan como a una loca), el trato con un conjunto de santos llamativo (san Pedro de Alcántara, san Juan de la Cruz, san Juan de Ávila, etc.), un sinfín de experiencias místicas sobrecogedoras y, sobre todo, una serie de explicaciones y consejos sobre la vida humana y cristiana sencillos, profundos y concretos.
El estilo literario es ágil, sencillo, alegre. Se sirve siempre de realidades cotidianas para explicar los grandes misterios (la noria, el agua, la luz, las telarañas, el gusano, etc.), y escribe con un desorden que refleja la gracia propia de una conversación. Santa Teresa escribió el libro de rodillas y de madrugada sobre el poyete de la ventana de su celda. Parece que la redacción fue rápida y prácticamente sin correcciones posteriores: así lo afirman muchas de sus monjas, que la veían escribir sin detenerse, y que no dudan en decir (como fray Luis de León) que «hablaba como escribía».
Llama la atención en este volumen que no haya ninguna referencia a la edición del texto, ni una introducción a la autora, a la época o al género. Con un prólogo breve y meramente efusivo y alocado (que no dice nada) y unas notas a pie de página sencillas, parece que la intención de la editorial es la de acercar al lector moderno un libro «antiguo» del siglo XVI.
Javier Moreno Pedrosa
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