Acantilado. Barcelona (2006). 118 págs. 12 €. Traducción: Miguel Temprano García.
El conocido como «grupo de Bloomsbury» había ido paulatinamente adquiriendo el hábito de reunirse en dos o tres ocasiones al año, en las que uno o más de sus miembros amenizaban la velada con algunos recuerdos escritos para la ocasión. Este es el origen de los dos relatos que componen este libro, leídos por Keynes hacia el verano de 1931, el primero de ellos, y en septiembre de 1938 el segundo. En ambos se nos muestra una imagen de Keynes que va más allá de su faceta de economista, pues ofrecen el retrato elocuente de una sólida y amplia vocación intelectual y humanística.
El primero de los textos, titulado «El Doctor Melchior: Un enemigo derrotado», evoca la participación de Keynes como representante del gobierno británico en la conferencia de paz previa a la firma del tratado de Versalles. El relato de aquellos días suministra un testimonio de primera mano acerca de las negociaciones llevadas a cabo. Junto al valor histórico de las apreciaciones vertidas, las cuales constituyen hoy día una «communis opinio» respecto a las causas desencadenantes de la Segunda Guerra Mundial, su valor más destacable radica en los diferentes criterios que proporciona la obra para calificar un proceso como de paz.
Se trataría, en concreto, de criterios como la condición y la cualidad de la contraparte y de sus representantes, el papel de la derrota y de la victoria, la existencia o no de elementos esenciales comunes, y, fundamentalmente, el éxito del acuerdo como mecanismo de solución de conflictos cuando se llega a él como mero ejercicio de complacencia recíproca, sin que se asiente sobre bases objetivas y duraderas.
En el segundo recuerdo Keynes realiza una lectura crítica del ideario del grupo de Bloomsbury, cuestionando algunos de sus aspectos más característicos, como el racionalismo, el individualismo y, sobre todo, la concepción de la naturaleza humana que de él se extraía, una concepción de la que derivaba la creencia en el progreso moral continuado del hombre, el cual podía por eso ser liberado de todas las convenciones y tradiciones. El valor de estas digresiones, a través de las cuales se revisa ese ideario inicial del grupo, se proyecta sobre infinitud de ámbitos de la vida social, particularmente sobre la noción y el papel de la civilización.
Sin embargo, el valor más destacado de este recuerdo radica quizá en el juicio crítico sobre aquellas concepciones que, con pretensión universal e intemporal, se acostumbra a elaborar durante los años de juventud respecto a la naturaleza humana. Esto posee hoy en día una actualidad extraordinaria, cuando esa edad juvenil se intenta prolongar como referente e ideal constante en todas las etapas de la vida.
Luis Antonio Sanz