Eunsa. Pamplona (2006). 206 págs. 13,50 €.
El trabajo manual al servicio de la vida cotidiana, ese que vienen realizando las amas de casa a lo largo de la historia y que tan esencial es para nuestra existencia, ha sido desprestigiado tanto en la antigüedad como en la época moderna. Se le ha tachado de trabajo irracional, esclavo o asocial por considerarlo incompatible con las actividades contemplativas propias de los hombres (varones) libres, como ocurrió en Grecia y Roma, o por entenderlo como una realidad meramente económica, como se hizo en la modernidad.
A partir de un eficaz manejo de la bibliografía esencial sobre este tema, Maria Pia Chirinos propone las claves de una antropología del trabajo que busca devolver al hombre su humanidad, como son: el cuidado y la dependencia, la cotidianidad y el servicio.
La finalidad del libro es proponer una definición del trabajo como realidad humana o «categoría antropológica». La tesis de fondo es que todo hombre y toda mujer pueden alcanzar la plenitud humana a través del ejercicio del trabajo. Para entenderlo, es necesario superar los prejuicios antiguos sobre el desprecio del trabajo manual así como la concepción moderna del trabajo como una realidad exclusivamente económica.
Tras un recorrido por la historia de este concepto, la autora se pregunta si el trabajo es una invención humana, es decir, si se puede precisar el momento de su aparición. El análisis de los procesos evolutivos de «hominización» y «humanización» ponen de manifiesto la presencia de un trabajo manual inteligente, como fenómeno estrictamente humano, desde el momento en que el hombre aparece sobre la tierra. El hombre como animal de carencias, es decir, constituido por una radical indigencia, dependencia o vulnerabilidad, necesita de los cuidados en forma de trabajo doméstico. Sin ellos, se resentirían las dimensiones humanas más importantes.
En este sentido, la mano (el hombre es el único animal que tiene manos) pone de manifiesto cómo la corporeidad humana refleja su racionalidad y, por tanto, que las labores manuales son actividades cargadas de inteligencia y libertad. Es más: son medios para el enriquecimiento moral. Porque la virtud no aparece autónomamente, sino que tiene un carácter «adverbial», en el sentido de que modifica a una acción de suyo diversa, como el trabajo. Esto significa que, a través de él, el ser humano adquiere perfecciones morales.
Al amparo de esta concepción del trabajo, los trabajos de la casa, como auténticos e imprescindibles quehaceres profesionales, bien realizados, transmiten tanto a los miembros de la familia como a la entera sociedad su dimensión más humana. Los trabajos domésticos «hacen» la casa, y sostienen, por ende, la ciudad y la sociedad. La labor manual transforma lo más trivial en cultura; eleva lo cotidiano a una dimensión universal.
Pero la antropología que propone Maria Pia Chirinos quedaría incompleta si no atendiera a su dimensión trascendente. Por eso, en el capítulo final, recurre a la doctrina acerca de la santificación de la vida ordinaria predicada por Escrivá de Balaguer. Desde este sugestivo marco se descubre el trabajo como abierto a la trascendencia, como un medio de santificación, pues la santidad, como la virtud, también acompaña «adverbialmente» al trabajo.
Carlos Goñi Zubieta