Espasa Calpe. Madrid (2006). 188 páginas. 17,90 €.
En plena eclosión del «islamismo», considerado como una interpretación política y, por tanto, sectaria, del islam, volver la mirada a la figura de Mahoma resulta un ejercicio casi obligado para el lector occidental que quiera entender algo de lo que ocurre en buena parte del mundo.
Juan Vernet es catedrático de Lengua y Literatura árabes de la Universidad de Barcelona y cuenta en su bibliografía con una traducción del Corán considerada por los estudiosos como la mejor publicada en español. Otra cosa es que su propia interpretación coincida con la de los «faquíes» modernos o los «ulemas», que hacen sus propias lecturas tanto del Corán como de los «hádices» que dan cuerpo a la tradición o «sunna», a falta de una autoridad única en el campo de la exégesis islámica. Pero tampoco el autor pretende con su biografía del Profeta entrar en polémica interna alguna, ya que muestra una respetuosa consideración por lo que han escrito sobre Mahoma los más reconocidos biógrafos musulmanes de los primeros tiempos, su auténtica fuente.
A veces, en cambio, alude críticamente a otras biografías de autores no musulmanes que pretenden ver en Mahoma un enfermo o un mero transmisor de relatos escuchados a algún sacerdote o algún rabino. Porque Juan Vernet, obviamente, da por válida toda la historia de la revelación recibida por Mahoma del Arcángel san Gabriel, tal y como se recoge en el mismo Corán.
El autor confiesa que ha desechado muchas de las historias apócrifas que corren sobre el fundador del islam y que podrían haber dado como resultado un volumen no ya excesivo sino inverosímil. De ahí que la biografía haya podido condensarla en tan solo 188 páginas que bastan para tener una idea bastante clara de quién fue, cómo fue, qué dijo y qué hizo Mahoma en su vida como huérfano, mercader, marido, profeta, predicador, guerrero, conquistador, caudillo, legislador y fundador de toda una cultura y civilización.
Vale la pena introducirse en esta espléndida biografía de Vernet, en la que abundan las explicaciones eruditas, para entender la fascinación que la figura del profeta y su legado espiritual y político ejercen entre sus fieles y heteróclitos seguidores, desde los más modestos a los más encumbrados. Por cierto que llama la atención su reiterada alusión a la ascendencia árabe de los Condes de Barcelona y, por tanto de nuestro Rey don Juan Carlos I, registrada a su vez por un historiador de Tetuán, todo un honor genealógico que ha permitido a los sultanes y reyes de Marruecos llamar «hermanos» a los monarcas españoles…
Por supuesto, entre los más fanáticos seguidores de Mahoma están los que se han dotado de una «ideología islámica» y sueñan con restaurar, mediante la «yihad», la predicación e, incluso, el terror, los tiempos idealizados de los primeros cuatro califas que supieron consolidar la hegemonía del islam y construir todo un imperio, hoy cuarteado por los cismas, los nacionalismos y la «fitna», o rebelión de los supuestos integristas contra los poderes establecidos… Todavía hay que esperar a que Juan Vernet o cualquier otro estudioso del islam nos explique hasta qué punto estos «fanáticos» son auténticos musulmanes y, al contrario, qué autoridad moral tienen los auténticos doctores de la ley, convertidos en funcionarios de los estados musulmanes.
Manuel Cruz