Tusquets. Barcelona (2006). 180 págs. 14 €.
En veinticinco años, Cristina Fernández Cubas ha publicado cinco libros de relatos, además de dos novelas y un libro de recuerdos. Tan exigua obra le ha valido, sin embargo, un puesto de primer orden en la cuentística española reciente. Esta última entrega no desmerece en el conjunto de su obra: hallamos en ella esos giros inquietantes dentro de lo cotidiano y quizá un poco más de humor, junto con una prosa de alta calidad que tiene en la sobriedad y la exactitud sus virtudes más sólidas.
Como es costumbre en la escritora catalana, se agrupan en el volumen relatos largos, esta vez tres. En el primero, «La fiebre azul», se describe un extraño delirio que ataca en el corazón de África a los extranjeros que se hospedan en un hotel. Entre otras características, la fiebre azul incluye la de que el enfermo, desde fuera, se contempla a sí mismo durmiendo. La intriga está hecha de medias palabras, de comentarios vagos, de sensaciones inexplicables. En el segundo relato, el que da título al libro, un joven investiga una supuesta casta inferior de los espíritus infernales: son los «parientes pobres del diablo», los que no «dieron la talla» en el infierno y han sido condenados a revestirse de carne mortal. Aquí, entre nosotros, conservan una superior inteligencia y unas dotes exquisitas, pero siempre estarán marcados por ese «fracaso» en su antiguo oficio. Una idea interesante que tiene, sin embargo, algunos puntos débiles: como el de suponer que esos diablos venidos a menos se enmascaran bajo los hábitos religiosos o que se cuelan con habilidad en el santoral una vez que se ha suprimido de los procesos de canonización la firme figura del «abogado del diablo», el único capaz de reconocerlos. Cierra el conjunto «El moscardón», un relato sobre los delirios de la vejez llevado con soltura y bastante gracia, en el que se traspasa esa débil frontera entre la ancianidad y la infancia.
Se han comparado las historias de Cristina Fernández Cubas con las de Henry James, en lo que tienen de fantasmagórico y sugerente. Por ahí van los tiros.
Pedro de Miguel