Minotauro. Barcelona (2006). 556 págs. 20 €.
Después de haber publicado novelas de ciencia ficción y de intriga, como «Elemental, querido Chaplin» (ver Aceprensa 26/05), Rafael Marín aborda en «La leyenda del Navegante» el género fantástico, en la línea de las sagas artúricas. El sello personal que Marín imprime a esta novela -ya presente en sus libros anteriores- consiste en un cierto distanciamiento irónico de la figura del héroe, al que humaniza acercándolo al lector.
La novela transcurre en un continente cuyo centro es el Mar de las Espadas. Su isla central, la república de Crisei, ostenta la primacía mercantil entre los pueblos vecinos. Pero la paz pronto quedará rota por las intrigas de los reinos envidiosos del poder de Crisei. Entonces hace aparición en la isla Salther Ladane, el heredero de un reino vecino que renunció a la corona en pos de la aventura. Él va a ser el Navegante, un héroe a su pesar que se convertirá en leyenda al surcar los mares, vencer a fuerzas oscuras, viajar a través del tiempo y restablecer la calma después del caos producido por revueltas civiles y fanatismos religiosos.
Para clarificar esa leyenda, exagerada en muchos puntos por los cronistas y los relatos orales, coge la pluma su esposa. Su tono desmitificador, escéptico de partida, contribuye a que el relato gane en verosimilitud y simpatía. Una y otra vez, el racionalismo de Salther y de su mujer quedarán hechos pedazos ante la realidad de sucesos fantásticos, en los que la magia desempeña un importante papel. La historia se demora en escaramuzas trepidantes y en escenas de sangre y dolor, al hilo del puntual cumplimiento de vaticinios y leyendas. Marín posee una extraordinaria imaginación y una prosa ágil, que gana enseguida la complicidad del lector y le transporta por esos mundos fantásticos que pudieran haber sido.
Pedro de Miguel