Es una buena noticia que se publique por fin en castellano esta novela, que continúa La princesa y los trasgos, también editada por Siruela hace años (ver Aceprensa 80/95). Su autor ha sido llamado el «padre de la fantasía moderna», nombre que merecería sólo por la gran influencia que tuvo en Tolkien y en C. S. Lewis.
En La princesa y Curdie, el joven minero ve personalmente a la misma vieja señora que les había ayudado en el pasado, y ella concede a Curdie un don especial para que pueda desempeñar una misión: conjurar la gran amenaza que se cierne sobre la princesa Irene y su padre el viejo rey.
Si La princesa y los trasgos es quizá la mejor de las novelas de George MacDonald, La princesa y Curdie tiene la misma calidad en las descripciones, diálogos igualmente inteligentes, un hilo argumental directo que atrapa, un personaje singular como Lina -un extraño animal-, y escenas de gran intensidad, como cuando Curdie mete las manos en el fuego y, a través del dolor, obtiene una particular sabiduría para el futuro. De todos modos, tiene menos encanto que la primera debido a la mayor preponderancia de lo fantástico-inexplicable sobre lo aventurero y debido a su coda final pesimista, que refleja la desconfianza en la naturaleza humana que fue acentuándose a lo largo de la vida del autor.
También conviene destacar que hay muchas y muy sabias lecciones para padres, y no para niños, en los capítulos iniciales. Como esta: «Incluso teniendo el convencimiento de que se está actuando correctamente, nunca deberíamos desear que nuestros hijos actúen como no lo haríamos nosotros en su lugar. Debemos aceptar sacrificios justificados además de hacerlos».