Desclée De Brouwer. Bilbao (2005). 225 págs. 16 €.
En algunas obras de divulgación científica publicadas por los codirectores de los yacimientos de Atapuerca subyacen unos presupuestos ideológicos que transmiten una determinada interpretación del hombre. Estos presupuestos son los que analiza críticamente el libro de Raúl Berzosa, Profesor de Antropología Teológica en la Facultad de Teología del Norte de España.
En la primera parte el autor analiza una por una las obras divulgativas del equipo de Atapuerca. Naturalmente, el lector se encontrará con una repetición frecuente de las tesis principales. En la segunda se comentan diversas obras que pretenden un verdadero diálogo entre ciencia y fe, basado en un esfuerzo sincero por parte de ambas para acercar criterios objetivos dejando de lado posturas más ideológicas. En la tercera parte se insiste en la idea de llevar a cabo un encuentro fructuoso entre la fe cristiana y la evolución.
Berzosa concluye que el hombre es una «continuidad discontinua». Continuidad porque su morfología procede de la evolución biológica, y discontinuidad porque su dimensión espiritual establece un hiato en la naturaleza. Con gran perspicacia el autor sabe ver que el encuentro entre la ciencia y la fe cristiana no se ha de ceñir a la evolución humana, sino que ha de retrotraerse hasta el debate sobre el origen del Universo.
Quizás falta una exposición extensa y comentada (y no simples referencias) de los documentos oficiales del Magisterio de la Iglesia sobre esta materia y un análisis más profundo de las tesis esenciales de la antropología cristiana, verdadera respuesta al materialismo biologicista.
Carlos A. Marmelada