Pre-Textos. Valencia (2005). 228 págs. 16 €.
Además de su dedicación a la novela, el ensayo, el cuento y el diario, Jiménez Lozano ha venido cultivando también la poesía: éste es el sexto poemario que publica. Según explica el reciente Premio Cervantes en el breve y divertido prólogo, obedece a la estética de los lirios del campo y los pájaros del cielo, y por lo tanto va «en el sentido de la desobediencia a otras estéticas de mundo, que no son las de los lirios y los pájaros».
Entre cántaros, candelas y pañizuelos, entre mirlos, garzas y grullas, Jiménez Lozano tiene el alma muy atenta para el silencio y para la grandeza del mundo. Sus «elogios y celebraciones» se fijan más en la noche perfecta o en la cortesía del gato que en lo que otros llamarían progreso. Su alegría descansa en la maravilla de la naturaleza y en la sabiduría de los clásicos. Su desasosiego proviene de un nido devastado por mano de hombre, de las ferias de moda alrededor de san Juan de la Cruz (el mudejarillo), del ruido de la farándula y de la fama y de los «best-sellers». Parece darnos a entender que toda la naturaleza, creada para alabar a su Creador, ha dado la espalda al hombre porque desconfía de él. Por eso el poeta se refugia en lirios y pájaros, para que la misericordia de Dios le alcance también.
La desnudez de la escritura es más patente quizá en estos versos breves, que a veces discurren con suavidad y otras son como puñaladas. No falta la ironía de quien está de vuelta de las cosas del mundo y sabe del valor de lo que se hace, se dice y se escribe: «Escribió unas palabras, / y luego las tachó. Pero / Dios vio su villanía o su belleza. / Permanecen».
Pedro de Miguel