Alfaguara. Madrid (2005). 176 págs. 13,50 €.
El peruano Fernando Iwasaki (Lima, 1961) ha querido llevar a cabo con esta novelita un deslumbrante juego literario, un divertimento barroco ciertamente original. En su epílogo, confiesa sus intenciones: «‘Neguijón’ es un recorrido imaginario por España y América en los tiempos del Quijote porque me hacía ilusión sugerir que la mariposa hispanoamericana del realismo mágico alguna vez fue un gusano español». Con estas palabras, el autor descubre las dos fuentes estéticas que han confluido en la composición de este libro. De un lado, el meditado desorden estructural propio del realismo mágico, pues la acción de «Neguijón» se desarrolla en dos planos espacio-temporales distintos: el primero, una cárcel sevillana en 1598 donde cinco aguerridos españoles resisten el asedio de unos galeotes, y el segundo, una plaza pública del Perú donde años más tarde un «dentista» que fue uno de aquellos resistentes atiende a su clientela mientras rememora las vicisitudes sevillanas.
Hay, además, otro rasgo estructural típico del realismo mágico: el paso del foco narrativo de la conciencia de uno a la de otro personaje (es una novela coral) sin mucha aclaración, con el deseo de que sea el lector quien vaya organizando mentalmente la información hasta construir el todo orgánico de la historia disperso en la trama.
En cuanto al influjo barroco, a él se deben tanto el estilo -lograda imitación del fraseo cervantino- como los personajes (un abrupto inquisidor, un librero idealista, un poeta soldado, un sacamuelas, una monja iluminada ) y la ambientación histórica.
El oficio de una rudimentaria odontología centra toda la novela: el sacamuelas Gregorio de Utrilla, que ha enloquecido por leer tratados de medicina, se obsesiona por la búsqueda del neguijón (gusano maldito que erosiona los dientes) como otros por Eldorado. Iwasaki hace uso de constantes interpolaciones de títulos de libros de época, y satiriza las disparatadas supersticiones que a su juicio marcaron el Siglo de Oro español, como si todas las monjas del momento compitieran por ver quién levitaba más alto. Pero en el fondo, se trata de una obrita de divertimento, que consigue sacarnos algunas sonrisas al tiempo que nos espeluzna con sus plásticas descripciones de los criminales métodos de la odontología del siglo.
Jorge Bustos Táuler