Rialp. Madrid (2005). 271 págs. 14 €.
Luis Rosales (1910-1992) es uno de los poetas españoles más destacados del pasado siglo. En esta antología, preparada por Enrique García-Máiquez, se muestra con acierto su trayectoria poética, tarea nada fácil, si se tiene en cuenta la continuidad y la unidad de su lírica. Aunque en «Abril» (1935), libro ampliado en 1972 con «Segundo abril», se nota la huella del esteticismo de la generación del 27, ya se apuntan las características de su obra posterior, que se encamina hacia una mayor humanización de la poesía, con un trasfondo de dolor y desengaño, en el que la guerra civil española y el asesinato de García Lorca tuvieron mucho que ver, en la autorizada opinión de Félix Grande.
En esa evolución, es decisivo «El contenido del corazón», libro en prosa escrito en 1940, a raíz del fallecimiento de su madre, en el que el autor rememora y reflexiona sobre su pasado, cuya influencia se nota sobre todo en «La casa encendida» (1949), una obra fundamental de la poesía española del siglo pasado, que García-Máiquez tiene el acierto de incluir completa. Se trata de un largo autorretrato sobre el amor y la amistad, en versículos, con un estilo muy personal: un torrente de imágenes, de sentencias, de repeticiones, en el que se funden lo lírico, lo religioso y lo filosófico con lo cotidiano, en un tono casi existencialista, pero abierto a la esperanza cristiana.
Asentada su voz poética tan personal, en los siguientes libros mostrará una actitud solidaria con la humanidad doliente que en «Canciones» (1973) y en «Diario de una resurrección» (1979) se manifiesta más optimista que en obras como «La Carta entera», trilogía formada por «La Almadraba» (1982), «Un rostro en cada ola» (1982) y «Oigo el silencio universal del miedo» (1984).
En la poesía de Rosales, hay tradición y novedad. Uso del soneto, de la décima, de la canción o del romance y del versículo narrativo; influencia de la poesía del Siglo de Oro y de Antonio Machado, de Juan Ramón Jiménez, de algunos poetas de la generación del 27; pero también de Neruda, de Rilke o de César Vallejo y, como señala García-Máiquez, del cubismo, del surrealismo; y de las greguerías, que son un recurso fundamental. Poesía enraizada en lo existencial, en la temporalidad, de contenido amoroso de principio a fin.
Luis Ramoneda