Rialp. Madrid (2004). 156 págs. 9,50 €.
Nos encontramos en un momento muy oportuno para leer este ensayo que sintetiza el pensamiento de Juan Pablo II sobre Europa y sus problemas. Básicamente han sido dos las constantes en las intervenciones públicas del Papa: la necesidad de una verdadera unidad europea (una unidad espiritual) y el convencimiento de que esa unidad sólo puede alcanzarse reconociendo las raíces comunes de los europeos. La identidad europea, forjada a lo largo de los siglos, es inexplicable sin la referencia al cristianismo. Reconocerlo no es -lo ha recordado el Papa- privilegiar ninguna religión ni cuestionar la distinción entre Iglesia y Estado (que, dicho sea de paso, es una de las contribuciones del propio cristianismo, como explica el autor de estas páginas).
Juan Pablo II ha prestado una valiosa contribución al proceso de construcción europea. Lo ha hecho siempre con la convicción de que era posible y necesario que Europa volviese a «respirar con sus dos pulmones», dejando atrás la artificial división entre el este y el oeste. Pero Europa es también para el Papa motivo de preocupación por la tendencia a privar de relevancia pública al hecho religioso. Por ello protestó contra la decisión de excluir a las comunidades de creyentes de la Convención encargada de preparar el proyecto de Constitución para la Unión Europea. Cuando aún están recientes las controversias en torno a la Constitución, el libro de Garitagoitia ayuda a comprender que la laicidad, tal como la expone Juan Pablo II, es consecuencia lógica del derecho a la libertad religiosa.
Josemaría Carabante