Alfaguara. Madrid (2004). 178 págs. 16,95 €. Traducción: Eduardo Hojman.
Nicholson Baker (Nueva York, 1956) está considerado uno de los más audaces renovadores de la reciente narrativa norteamericana. En cada novela se plantea el reto de resultar original, adoptando un punto de vista novedoso, o desarrollando con tenacidad argumentos casi ridículos de puro cotidianos y prosaicos. Una caja de cerillas es una mezcla de diario, ensayo y costumbrismo posmoderno, aderezado con un estilo increíblemente preciso y la ironía simpática del tonto aparente que se asombra de las cosas más banales.
Un tipo llamado Emmet, de profesión editor de manuales de medicina, decide ponerse el despertador a altas horas de la madrugada para sentarse frente a la chimenea del salón, encender el ordenador y escribir sus impresiones al socaire acogedor de las llamas y la noche. El libro se compone de 32 capítulos que empiezan todos de la misma manera: «Buenos días, son las 4.25 a.m., y»… A continuación, Emmet deja fluir su memoria para contarnos cómo ha dado de comer al gato, cómo se prepara un buen café o cómo ir al baño sin encender la luz para no despertar a la esposa y al hijo que duermen. Hay días en que a este humanísimo narrador le vienen recuerdos de momentos especiales de su vida, y así conocemos cómo empezó a salir con Claire, su mujer; o la manera en que su abuelo se hizo famoso descubriendo enfermedades causadas por hongos; o la historia de Fidel, el único ejemplar superviviente de su criadero de hormigas.
Baker se ha propuesto en este libro una sublimación de lo cotidiano a través de la ironía y el cuidado del detalle, y hace partícipe al lector de la inusitada ternura que se esconde tras la ejecución de las tareas domésticas, aquellas que ocupan precisamente la mayor parte de la vida. La originalidad de esta novela radica, pues, en su enfoque, y en un estilo admirablemente ajustado a él: la prosa de Baker es un prodigio de precisión descriptiva, volviendo claro lo abstracto a fuerza de imágenes gráficas o giros coloquiales, en la línea del más puro estilismo práctico norteamericano: «El fuego es como un perro alegre que espera junto a la mesa mientras uno le da de comer sobras de vida». Baker ha querido hacer un ejercicio de miniaturismo estilístico en donde la forma y el fondo coinciden, y el experimento está muy logrado.
Jorge Bustos Táuler