Anagrama. Barcelona (2004). 360 págs. 17 €. Traducción: Jesús Zulaika.
Chang-Rae Lee, norteamericano de origen coreano, demostró ya en su primera novela, En lengua materna (ver servicio 105/01), su capacidad narrativa. Una vida de gestos confirma las posibilidades de un estilo lleno de contención, con una mirada capaz de profundizar con maestría en conflictos complejos.
El coreano Franklin Hata se establece en Estados Unidos a finales de la Segunda Guerra Mundial. Con honradez y tesón profesional, forja a lo largo de treinta años un próspero negocio de venta de productos médicos. Durante todo ese tiempo lucha por camuflarse en el entorno. Una vida llena de gestos y cortesías le han convertido en un ciudadano modelo.
Una vez decide jubilarse, pasa revista a la verdadera naturaleza de sus relaciones pasadas y presentes con los demás. Dos veces sintió un fuerte sentimiento amoroso. Primero, hacia una joven, utilizada como esclava sexual para su batallón en la Segunda Guerra Mundial, y en un tiempo más cercano, hacia una viuda vecina de su barrio. La relación con su hija adoptada está llena también de claroscuros y no le es fácil dilucidar qué parte de culpa tuvo en los graves batacazos que ella sufrió. Sólo sus relaciones amistosas parecen estar en perfecto estado de revista; es un hombre generoso que despierta un sincero afecto en muchas personas.
Estos son los hilos principales de esta excelente segunda novela de Chang-Rae Lee, cuya escritura inevitablemente hace pensar en el escritor de origen japonés Kazuo Ishiguro (estilo limpio y preciso, indagación en el pasado, etc.). El personaje de Hata despierta un fuerte interés desde las primeras páginas del libro. Él mismo narra en primera persona de un modo muy oriental, moroso, amable, poco directo y a la vez muy claro, sin quejas ni rencores, intentando entender y a la vez en paz con todo porque siempre ha procurado comportarse de un modo honorable. El episodio de las casas de consuelo del ejército japonés está presente de manera destacada en la trama, pero es tratado sin descripciones morbosas, aunque sin ocultar su violenta realidad. De igual modo se trata el relato de algunas actuaciones muy desgraciadas -entre ellas, un aborto- de la hija adoptada. Quizás las páginas de mayor crudeza son las que describen la incomprensible actitud de ella hacia su padre, momentos en los que Hata consigue casi siempre dar la vuelta a la situación.
Javier Cercas Rueda