Menoscuarto. Palencia (2004). 208 págs. 14 €.
Comienza su andadura la nueva editorial Menoscuarto con una cuidada reedición de El corazón y otros frutos amargos, de Ignacio Aldecoa, «el mejor libro de relatos español del siglo XX», según una encuesta realizada a críticos y escritores publicada en el número de abril de 2004 en la revista literaria Quimera.
El paso de los años ha agrandado todavía más la figura de un narrador clave de la literatura española de posguerra. Perteneciente a la generación de los niños de la guerra, Aldecoa (1925-1969) comenzó escribiendo poesía y novelas. Aunque sus novelas se siguen publicando y leyendo, ha sido en la narración breve donde Aldecoa ha brillado con más intensidad. Por ejemplo, para Miguel Delibes, «si exceptuamos a Saroyan y a algún escritor italiano como Pavese, no recuerdo haber leído nunca unas historias tan ajustadas, tan sobrias y poéticas como algunas de Aldecoa».
Los cuentos de Aldecoa aparecen en antologías o en las ediciones que circulan de sus cuentos completos. Sin embargo, es más difícil encontrar algunos de sus libros de relatos tal y como él los concibió. En aquellos años, Aldecoa publicó cinco libros de relatos, y todos ellos tienen su unidad. Los que forman parte de este volumen ya habían sido publicados en diferentes revistas entre 1953 y 1957 y en ellos mantiene las características literarias de su narrativa, apuntadas por Fernando Valls en una completa introducción: visión crítica de la sociedad española, afán testimonial, preocupación por las clases sociales más desfavorecidas y desdén por los valores de la burguesía. Aunque comparte algunos rasgos con los escritores del realismo social, las preocupaciones de Aldecoa eran en primer lugar literarias, no políticas.
Los relatos de El corazón y otros frutos amargos forman una épica de los oficios. Los protagonistas de estos relatos son camioneros, peones, marineros, emigrantes, un boxeador… Aunque los relatos están ambientados en aquella España en blanco y negro de la posguerra, siguen teniendo hoy día la misma fuerza narrativa y los mismos valores estéticos, pues para Aldecoa la ambientación y los objetivos éticos no son nunca un fin en sí mismo. En sus relatos, además, no hay moralejas ni se presentan soluciones, porque su deseo es mostrar de la manera más verosímil posible una realidad distinta de la oficial, poniendo el acento en la expresividad literaria y en la exigencia estilística. Aunque hay un tratamiento colectivo, Aldecoa consigue individualizar los personajes, lo que los hace más creíbles. No es su intención enganchar al lector con tramas llenas de intriga o con finales sorprendentes; sus relatos funcionan como una fotografía: fijándose en un instante costumbrista, capta un trozo de universalidad.
Adolfo Torrecilla