Aunque esta obra de Dickens, la que él consideraba su favorita («de todos mis libros, éste es el que prefiero», escribió en 1867), suele tener una asidua presencia en las librerías, sin lugar a dudas la edición de Alba merece un lugar especial. Se trata de un volumen esmerado, muy trabajado en la encuadernación, la tipografía y la presentación. Hacía más de cincuenta años que no se acometía una nueva versión en castellano, de la que se ha encargado Marta Salis. La traducción se basa en el texto de la primera edición, de 1850, que apareció muy poco tiempo después de que finalizase la novela por entregas. La edición reproduce, además, las ilustraciones originales de H.K. Browne, Phiz, que fueron apareciendo entre 1849 y 1850.
El envoltorio es, pues, magnífico y ayuda a reencontrarse con una de esas novelas-río inolvidables que demuestran la fuerza de la literatura para provocar emociones duraderas. Puede que, literariamente, no sea la mejor obra de Dickens (otras cuentan con ingredientes más originales, personajes más complejos y abordan cuestiones literarias y existenciales de mayor calado), pero David Copperfield, mejor que ninguna otra, demuestra que se puede escribir literatura popular sin rebajar la calidad literaria. Como escribió G.K. Chesterton en el ensayo que dedicó al autor inglés: «Dickens permanecerá como señal imperecedera de lo que ocurre cuando un gran genio de las letras tiene un gusto literario coincidente con el común de los hombres».
La novela es también una excelente muestra de cómo se escribía en el siglo XIX. Aparecen multitud de personajes y situaciones, con sus ramificaciones que intentan imitar, a veces de manera ingenua y rebuscada, el ritmo de la vida. En este caso, Dickens utiliza una historia melodramática: niño criado por un padrastro frío y una madre enferma ingresa en un severo e inhumano internado, luego entra a trabajar en unos sórdidos almacenes…
Dickens se inspiró en algunos hechos de su propia vida, lo que da a esta novela mucha ternura y verosimilitud. Como es habitual en sus libros, hay que resaltar el interés que pone en el retrato de los personajes secundarios, todos ellos de una reconocible vida y singularidad. También hay crítica social, mostrando lo que pasaba en plena Revolución Industrial, sin dar la murga a los lectores con mensajitos políticos. Puede que la novela abuse de un sentimentalismo edulcorado, pero no viene mal hoy día, cuando tantos escritores se han especializado en mostrar sistemáticamente escenas morbosas y personajes frustrados.
A pesar del tiempo transcurrido, David Copperfield sigue conmoviendo a lectores de todas las edades. Esta nueva edición, tan atrayente, es una oportunidad, además, para que los jóvenes lectores aparquen las prefabricadas novelitas juveniles que tanto se han puesto de moda y se enfrenten con una historia que engancha sin trucos desde la primera hasta la última página.