Mondadori. Barcelona (2003). 329 págs. 16,90 €. Traducción: Aurora Echevarría.
Susie Salmon tiene apenas catorce años. Todo está a punto de comenzar en su vida cuando es forzada y asesinada por un vecino degenerado. Tras el trágico suceso, sus padres, hermanos y amigos intentan recomponer sus vidas con diferentes resultados.
Hasta aquí un episodio desgraciadamente poco original tanto en la realidad como en la ficción. La novedad de la novela reside, por un lado, en que la autora, Alice Sebold (California, 1962), sufrió en su propia vida la primera parte de la agresión (lo contó en Lucky, en 1999) y en que, por otro, el punto de vista elegido para narrar la historia es el de la propia Susie Salmon, que cuenta todo desde el cielo.
Ambos ingredientes, que añaden frescura y credibilidad, son las principales virtudes de Desde mi cielo, y quizá justifiquen el éxito arrollador de la novela en Estados Unidos (más de tres millones de ejemplares vendidos). El artificio narrativo funciona bien y justifica que el narrador acceda a lo que ocurre, externa e internamente, a todos los protagonistas; además, permite contar todo en primera persona. Los personajes, por lo general bien tratados en su evolución psicológica, sufre importantes transformaciones hasta que consiguen asumir el bestial suceso. La voz adolescente de la narradora impone un tono de amabilidad y ternura, a veces de humor, que contrasta expresivamente con lo dramático de la historia
La novela está bien escrita y estructurada. Alterna planteamientos lúcidos y certeros sobre el amor, la culpa, la familia, la memoria de los muertos, el perdón o el dolor, con otros donde predomina de manera exclusiva el sentimiento. Sin embargo, sobre las relaciones entre vivos y muertos, el planteamiento resulta un tanto confuso, más efectista y melodramático que razonable. Hay momentos amables y otros estremecedores, pero en todos se impone el deseo de superar la crisis. Algunas actitudes son poco ejemplares por lo obsesivo, y resulta endeble el intento de justificación circunstancial de un adulterio. La visión de la vida eterna que transmite Sebold, aunque ya es positivo que por lo menos se plantee su existencia, resulta en algunos momentos de un infantilismo y pobreza decepcionantes. Su visión de la otra vida es más mítico-simbólica que religiosa y parece agotarse en el peregrino esfuerzo por lograr desvincularse de la vida en la tierra.
Con todo, Desde mi cielo es una novela aceptable. A pesar del turbio asunto que trata, logra esquivar la tentación de lo sórdido, la cota de sentimentalismo es tolerable y los valores positivos -siempre hay una luz en medio del horror- prevalecen sobre el turbio arranque argumental.
Javier Cercas Rueda