Alfaguara. Madrid (2003). 173 págs. 13 €. Traducción: Unai Elorriaga.
El Premio Nacional de Literatura 2002 de narrativa recayó con sorpresa en la primera novela de un joven autor desconocido, publicada originalmente en euskera.
Un tranvía en SP cuenta una historia mínima. Lucas sufre con humor un deterioro progresivo de sus facultades mentales y vive al cariñoso cobijo de su hermana, anciana como él. Los recuerdos y los sueños los sostienen y sus días están llenos de la presencia de los seres queridos, no menos real que ellos mismos aunque estén muertos. En circunstancias singulares recogen en su casa al joven Marcos, que también se suma al clima de comprensión y respeto de ese hogar. Roma, la novia de Marcos, completa el cuadro de personajes que comparte los últimos momentos de Lucas.
Un narrador externo a la historia relata las situaciones con un estilo directo, oral, de frases breves. La propia voz de los personajes, en primera o segunda persona, se introduce por medio de textos que se intercalan a modo de diarios o cartas, y donde el estilo es aún más vivo y fresco, plagado de frases cortadas, anacolutos, hipérbaton y otras soluciones poéticas expresivas.
No hay propiamente una historia lineal en el tiempo. El conocimiento de los personajes y sus relaciones se ofrece, y quizás sea lo más original de la novela, a través de breves apuntes, chispazos y estampas, de un modo inarticulado y fragmentario. Esto, unido a que los lazos con el realismo se hacen a veces muy tenues, imprime una dificultad a la lectura que difícilmente hará popular a esta novela, a pesar del tirón del premio. El autor ha optado por la desestructuración de las piezas, por la ausencia de tensión narrativa, por la profusión de imágenes y por constantes invasiones mutuas entre los terrenos de la realidad y el sueño.
El poso de esta lectura es la felicidad que aportan la ternura y el desvelo que generan los lazos de la sangre, de la amistad o del eros. Los personajes son gente corriente, feliz con sus sueños y nostalgias, que viven unos días llenos de nimiedades y detalles, tan intrascendentes como luminosos. Un tranvía en SP es una primera obra escrita con cuidado y libertad de estilo y que refleja una actitud idealista ante la vida.
Javier Cercas Rueda