Esta novela parece una secuela de La mancha humana (ver servicio 170/01): se publica sólo un año después y repite la historia de relación sentimental entre profesor universitario maduro y chica mucho más joven que él y, sobre todo, insiste en la indagación (mucho más explícita) de la sexualidad humana.
David, personaje de Roth conocido de anteriores novelas, se suma al carro de la desinhibición sexual de los 60, rompe su matrimonio y se dedica desde entonces a coleccionar alumnas. Al final de su vida evoca algunas de estas relaciones deteniéndose en una en especial. «Es indiferente cómo te comportes mientras tu conducta sea lícita». Las consecuencias de este planteamiento son devastadoras. David razona y parece que lo advierte, pero ha vivido conscientemente al dictado de sus pasiones. En el balance final, sin embargo, se descubre un ser infeliz, con una familia destrozada, con un reguero de amantes, que lo han mantenido en un permanente exilio de la condición humana.
Roth puede pretender conducir hacia estas conclusiones aunque no las define, en coherencia con su consolidado relativismo moral. El lector que quiera encontrarse con el mejor Roth deberá acudir a su trilogía anterior: Pastoral americana (ver servicio 58/99), Me casé con un comunista (ver servicio 78/01) y La mancha humana. Ahí está Roth en toda su lucidez, potencia narradora y profundidad, con su desmitificador sentido crítico hacia la sociedad norteamericana, y dejando descansar (momentáneamente, como se ve) su obsesión por el instinto sexual.