EUNSA. Pamplona (1998). 216 págs. 2.500 ptas.
La profesora López Mañero distingue el concepto de dolor, hecho objetivo desagradable contrario a la felicidad, y el de sufrimiento, vivencia subjetiva de ese dolor. El dolor puede convertirse en algo abrumador y destructivo o, por el contrario, ser algo sereno e, incluso, fecundo. El dolor, pues, interesa a todo el mundo, al ser inherente a la naturaleza humana. Pero el sufrimiento, como parte de la intimidad de cada persona, puede ser dado a conocer voluntariamente o robado por los medios de comunicación.
El esquema esencial del libro se cimenta precisamente ahí: ¿todo lo técnicamente difundible lo es también desde el punto de vista ético? La conclusión es que no. Sin embargo, el periodista se encuentra a menudo inmerso en un mar de presiones -jefes, prisas, índices de audiencia, competencia- que hacen que se olvide a veces del sujeto que sufre y llegue a convertir una noticia trágica en espectáculo. Esto es especialmente notorio en el caso de la televisión, que sirve el dolor en todas sus dimensiones, con sonido, movimiento e imágenes.
La autora insiste en la necesidad de una reflexión previa del periodista con el fin de publicar un acontecimiento doloroso de forma ética, es decir, minimizando el daño, tanto para el doliente como para el público. La existencia de códigos deontológicos de las propias empresas o el autocontrol personal son cruciales para evitar preguntas tan absurdas y generalizadas como «¿qué siente usted en estos momentos?». El texto va acompañado de abundantes e interesantes ejemplos, sacados de la actualidad informativa reciente (la actuación de los paparazzi en la muerte de la Diana de Gales, la difusión de la agonía del torero Paquirri, etc.)
Asimismo, el libro no olvida el otro polo, los receptores. Un público inteligente es aquel que selecciona lo que le ofrecen y exige calidad, fundamentalmente cuando se trata del medio televisivo, cuyos mensajes llegan con especial magnitud e impacto. El libro de Cristina López Mañero es, por tanto, especialmente interesante para los estudiantes y profesionales de la comunicación, pero también muy valioso para los que, como público responsable, están inmersos diariamente en la vorágine informativa.
Mª Mercedes Álvarez