Montecorvo. Madrid (1993). 106 págs. 1.545 ptas.
Con frecuencia, la necesaria función pública se desprecia como kafkiana burocracia, o se la desautoriza por su dependencia de los partidos que gobiernan. De ahí el interés de presentar adecuadamente las exigencias éticas que corresponden a los funcionarios. Este es el propósito del libro de Jaime Rodríguez-Arana, director de la Escuela Gallega de Administración Pública.
En diversos países, especialmente anglosajones, existen códigos deontológicos, sistematizaciones de normas éticas que señalan pautas objetivas de conducta. No ocurre así aún en España, por lo que el autor se centra en la descripción de los que considera principales principios éticos de la función pública. Señala, sobre todo, su ideal contenido positivo: selección por mérito y capacidad, perfección del trabajo, tono humano, interés por lo colectivo, lealtad institucional, etc. No deja de criticar los aspectos que revelan mal funcionamiento y prácticas corruptas. Pero, al cabo, sueña con la difusión de los valores éticos del servicio público, con el esfuerzo de practicar las virtudes morales.
Salvador Bernal