Tempo. Madrid (1994). 128 págs. 1.000 ptas.
«Nada hay nuevo bajo el sol», escribió el autor del Eclesiastés hacia el siglo III antes de Cristo. Pues, a estas alturas, menos todavía. Rafael Gómez Pérez lo muestra en esta sencilla exposición de la ética, en la que hace comparecer como testigos a los clásicos griegos. La obra está escrita en forma de carta a dos personas amigas unidas en matrimonio. La vida familiar, por eso, es una constante referencia, con ejemplos tomados del hogar de Irene, Leandro y sus hijos, en los que fácilmente se reconoce otro cualquiera.
Hay quien cree que la moral recibida de la más permanente tradición es un producto del cristianismo: algo propio de una mentalidad, una religión o una época. Para corregir este error de perspectiva, nos conviene oír la misma enseñanza de quienes quizá no la esperábamos. Píndaro, Hesiodo, Platón, Homero, Sófocles y otros renombrados paganos coinciden asombrosamente -aunque esto no debería asombrar- con el mensaje moral cristiano. Y conectan con la situación actual, pues en lo humano esencial nada hay que inventar.
Rafael Gómez Pérez da de continuo la palabra a los clásicos griegos. Así hace ver que, si hay éticas de moda, está también la que con razón se llama natural, que no depende de credos ni preferencias: «Para todos los hombres -señaló Demócrito- es lo mismo lo bueno y lo verdadero; lo grato, en cambio, es diferente para cada uno». Los que, en cualquier tiempo, mejor pensaron sobre el ser humano, son concordes en lo fundamental. Rafael Gómez Pérez deja hablar a los que no pudieron estar influidos por el cristianismo, para que no quepan dudas.
El testimonio de los clásicos aporta, además, belleza, el vestido adecuado a la verdad. Para Gómez Pérez, que tanto recalca el valor de la libertad, el estímulo hacia el bien es inseparable de la atracción de lo bello. Si no se muestra la hermosura de la virtud, se cae en una educación abocada o a la blandura que no deja aflorar lo más noble de la persona, o a una rigidez de estilo militar.
Por necesidad de la exposición misma, Rafael Gómez Pérez incluye un breve capítulo final sobre la novedad de Cristo. El Evangelio conserva todos los valores humanos y los eleva dándoles una perspectiva inédita. Y lo que era brillo de «buen mármol clásico» en los griegos, adquiere nueva belleza en la revelación del amor paternal de Dios.
Rafael Serrano