Alfaguara. Madrid (1995). 303 págs. 2.000 ptas.
El protagonista de esta novela es un preso político, único superviviente de un fracasado intento de fuga colectiva. Recogido por la madre de un compañero de lucha clandestina, muerto tiempo atrás, se recupera de sus heridas y emprende un largo viaje en tren, para salir de su país, Paraguay, por la frontera con Argentina. Durante el trayecto, recuerda el pueblo donde transcurrió su infancia y decide detenerse en él para visitarlo, temiendo que la policía le aguarde al final del trayecto.
La obra, narrada en primera persona, a base de capítulos muy breves, sin apenas diálogo, es una rememoración paralela del pasado de Paraguay y del personaje central, realizada por vía de la fantasía, en una mezcla de corte surrealista, entre la pesadilla, el ensueño y el localismo folklórico. El autor encarna en este viajero sin nombre el itinerario de un pueblo extraviado entre lo criollo y lo guaraní, víctima de sueños alucinados y de feroces torturas ordenadas por dictadores tiránicos.
Magia, colorido indigenista y simbolismo onírico son los elementos integrantes de este peculiar relato, cuya acción -tensa, cargada de amenazas-, resiste cualquier esfuerzo que el lector quiera hacer para someterse a unos límites lógicos. Fábula, mito o parábola, todo es impreciso, pero también difícil de asimilar, tanto por la continua presencia de términos guaraníes cuyo sentido no se explica, como por la complejidad de las imágenes, metáforas y alegorías que entretejen la trama.
Pilar de Cecilia