El autor, hijo menor del entonces arzobispo de Canterbury, llegó a ser ministro anglicano y, en 1903, fue admitido en la Iglesia católica, donde recibió la ordenación sacerdotal. Dispensado de alguna de sus labores, debido a su delicado estado de salud, dedicó los últimos seis años de su vida a difundir la fe mediante una prolífica obra literaria, que sólo pudo detener su muerte en 1914, a los 43 años de edad.
Este libro es un clásico de espiritualidad publicado en 1912. Benson presenta la vida cristiana como una relación de íntima amistad con Jesucristo, con un contenido y unas vivencias asequibles a cualquier cristiano que quiera progresar en el camino de la santidad dentro de las circunstancias ordinarias y seculares.
Una segunda parte del libro se dedica a cómo encontrar a Cristo en la Eucaristía, en la Iglesia, en el sacerdote, en el santo, en el pecador, en el hombre corriente y en el que sufre. Algunos capítulos tienen además cierta carga apologética, aunque el libro no se dirige principalmente a los que están alejados de la fe, sino a la mejora espiritual de los cristianos.
La tercera parte la forman dos amplias meditaciones acerca de las siete palabras de Cristo en la Cruz y del día de Pascua.
La vida y obra de Robert Hugh Benson se resumen en este juicio de Evelyn Waugh: «Trabajaba sin pensar en la posteridad, como si el día del juicio fuera inminente, prodigando su talento para arrastrar a los que le rodeaban al encuentro definitivo con Cristo». Esta obra tiene la categoría y la altura de los mejores libros de otros célebres conversos ingleses.