Destino. Barcelona (1996). 255 págs. 2.300 ptas.
A los duros tiempos que tocó vivir a los emigrantes ingleses que poblaron los primeros asentamientos en el continente australiano se refiere esta novela, cuya acción se sitúa a mediados del siglo XIX en una remota aldea de Queensland. David Malouf (Brisbane, 1934) narra la inquietud que sienten los habitantes del pueblo cuando un día aparece un extraño adolescente, de raza blanca y aspecto lastimoso. Poco a poco descubren que procede de los barrios más miserables de Londres, y que fue enrolado a la fuerza en barcos mercantes, de uno de los cuales le arrojaron por la borda, creyéndole muerto, frente a las costas australianas. Allí fue recogido por una tribu nativa que le cuidó y le habló de la existencia de población blanca en zonas cercanas. Al cabo del tiempo se dirigió hacia sus compatriotas, sólo para comprobar que lo rechazaban como a un salvaje. Las hambres y penalidades sufridas desde temprana edad y lo angustioso de la situación trastornan para siempre su equilibrio mental, y lo convierten en una criatura misteriosa, casi fantasmal, incomprensible -pese a su gran bondad- para las rudas mentes de los colonos.
La obra evoca los recientes orígenes históricos de los australianos desde una perspectiva novelística próxima al realismo mágico, gracias a la singular figura del protagonista. En él se simboliza el contraste entre el amor que los nativos sienten por su tierra natal y la actitud de los ingleses, que no saben valorarla debidamente y la desdeñan recordando Babilonia, es decir, añorando Inglaterra. Las descripciones de paisajes y ambientes son muy expresivas, de una belleza poética sutilmente matizada, y los personajes están bien caracterizados en sus prejuicios. Bien escrita y original en su temática, esta novela destaca por el acertado equilibrio de fantasía y realismo con que transmite su condena a la estrechez de miras de quienes rechazan a otro sólo por ser diferente, y su comprensión a quienes actúan así por ignorancia o miedo.
Pilar de Cecilia