Anaya & Muchnik. Madrid (1996). 245 págs. 2.500 ptas.
Coetzee, uno de los autores sudafricanos de mayor prestigio mundial, elige el agitado otoño de 1869 en Petersburgo para desarrollar la trama de su novela. El relato se inicia con el regreso a la ciudad del prestigioso escritor ruso Fiodor Dostoievski, exiliado en Dresde, para recoger las pertenencias de su hijastro Pável, muerto en circunstancias extrañas por su relación con el nihilista Necháiev, discípulo de Bakunin. En un ambiente de agitación social, acosado por espías de la policía del zar y por las presiones de Necháiev para implicarle en la revolución, el protagonista, atrapado por su sensualidad, se hunde en una tortuosa relación con la patrona de su hijastro, Anna Sergeivna, mezclada también con un deseo casi enfermo por su hija Matriona. Víctima de ataques epilépticos y en una constante obsesión por su hijastro, el famoso escritor se debate entre la pasión y la responsabilidad de desenmascarar al criminal Necháiev. Dostoievski logra encauzar sus vivencias en el relato de los hechos.
El estilo, la ambientación y la psicología de los personajes de esta novela hacen retroceder en el tiempo y recordar la obra de Dostoievski. Los personajes de Coetzee, al igual que los del escritor ruso, están en el límite de la normalidad: siniestros, ambiguos, casi diabólicos, como Stavroguin, cuyo nombre da título al último capítulo de El maestro de Petersburgo y que es la clave de la novela.
Stavroguin es el protagonista de Los demonios, obra de Dostoievski, en la que denuncia el crimen perpetrado en Moscú por órdenes de Necháiev en noviembre de 1869. Coetzee, por tanto, novela las vivencias de Dostoievski que culminaron en la creación de la obra mencionada.
Coetzee ha sabido perfilar la personalidad del escritor ruso; resumir las contradicciones de su alma múltiple y dispersa, atormentada por su sensualidad y sus dudas religiosas, que logró superar al final de su vida. Sin embargo, iguala a Dostoievski con su personaje Stavroguin en aspectos abominables, pero sin llegar a la conversión final que aparece en Los demonios. En El maestro de Petersburgo sólo se refleja lo turbulento, la cara oscura y degradada del autor de Crimen y castigo.
Blanca Vallejo Esteban