Anagrama. Barcelona (1996). 338 págs. 2.800 ptas.
Heredero de la dinastía centroeuropea a la que pertenecen Musil, Roth y Werfel, entre otros, Gregor von Rezzori (1914) nació en Czernowitz, cuando era la capital de la Bucovina, la provincia más oriental del imperio austrohúngaro. Un armiño en Chernopol y Memorias de un antisemita son sus novelas más destacadas. Flores en la nieve es un libro de recuerdos pero, al contrario que en una autobiografía, el autor habla de él sólo a través de las personas que le rodearon durante su infancia y juventud.
Primero evoca a Kassandra, la nodriza, una mujer prácticamente salvaje; de ella guarda ante todo la sensación instintiva de cariño animal, de resguardo exterior. Al hablar de su madre, von Rezzori arremete contra su modo de educar y contra su vida sacrificada, donde el autor ve un absurdo que no entiende. Sin embargo, su madre representa para él la cumbre de la feminidad y la elegancia, la Mujer por excelencia, orgullosa e incomprendida, pero siempre fascinadora. Menos afinidad manifiesta con su padre, del cual resalta su carácter jovial pero epidérmico y una actitud frívola de evadirse de cualquier responsabilidad en la vida. Con su hermana Ilse, maduramente precoz y muerta a los 22 años, el autor guarda una extraña relación que lo ha acompañado toda la vida, una mezcla de adoración y rechazo, provocada por un fuerte sentimiento de inferioridad. Por último, el autor muestra su agradecimiento a Strausserl, su institutriz alemana, la única persona capaz de arrancarle palabras de cariño.
La naturaleza de esta peculiar narración lleva consigo un estilo poco ágil, pero von Rezzori escribe con una delicada transparencia, un lenguaje rico y una cuidada elaboración de las frases. Los retratos psicológicos son extensos y precisos. Pero lo curioso de Flores en la nieve es la asepsia, y a veces cruel objetividad, con que el autor analiza a las personas de su familia. Gregor von Rezzori huye del sentimentalismo con concienzuda firmeza, y su moderación sólo se ve superada por la nostalgia de su juventud y de su ciudad natal..
Pablo de Santiago