Palabra. Madrid (1996). 155 págs. 1.500 ptas. Edición original: Flammarion.
A lo largo de las diez conferencias que componen este libro, el cardenal Lustiger muestra por qué la Iglesia puede hablar con pleno derecho, como maestra de la fe, de las cuestiones sociales. En primer lugar, porque la misma sociedad occidental está basada sobre principios cristianos. La democracia salta en pedazos cuando el Estado se sacraliza, pues así se fundan los totalitarismos asesinos. La catolicidad del cristianismo es lo que ha latido en el fondo del reconocimiento de los derechos humanos como universales.
Por otra parte, la libertad religiosa que reivindica el cristianismo, al dejar sitio para el reconocimiento de Alguien a quien debemos un sometimiento incondicionado, impide que sea el Estado el que reivindique para sí ese sometimiento. La conciencia moral -sobre la que versa otro capítulo- recuerda que los valores éticos están por encima de los económicos y políticos: es lo único que puede impedir la tendencia de estos últimos a tomar al individuo como un elemento que se puede utilizar o marginar por razón del resultado general.
Mantiene Lustiger que la libertad responsable que pregona el cristianismo es la que permite la armonía entre libertad y solidaridad. Y que el juicio moral, basado en valores objetivos, es el último garante de la ley y su fuerza, que de otro modo se convierte en la despreciada ley de la fuerza. Sólo el cristianismo ha visto el poder -sea político, económico e incluso religioso- como servicio. La unidad europea, en fin, es posible por sus raíces cristianas. Incluso la ecología tiene un sentido cristiano.
No es que el cardenal Lustiger piense que el cristianismo tiene el monopolio de las ideas para una buena sociedad. Más bien intenta hacer ver en cada caso en qué medida el Evangelio ha inspirado unos valores que están en la base de la civilización actual.
La limitada extensión del libro no permite analizar cada una de estas ideas con rigor sistemático. Estamos ante un ensayo, no un tratado. Un ensayo, sin embargo, con más profundidad de contenido de la que parece a simple vista. Un especialista en temas sociales probablemente interrumpirá su lectura más de una vez para pensar una idea. Y para cualquier lector occidental será una buena explicación de las raíces cristianas que constituyen el pilar de su propia cultura.
Julio de la Vega-Hazas