Huerga y Fierro. Madrid (1997). 86 págs. 1.325 ptas.
En este nuevo poemario de su ya dilatada obra, César Aller toma la luz como motivo para revelar al lector una interioridad rica y llena de matices. A través de la contemplación de la naturaleza, que el autor considera un premio y, por lo tanto, una razón para el gozo, el poeta trata de contagiar su dicha a los hombres. En ese sentido, hay un acento solidario en esos versos hondamente humanos, transidos de la experiencia vital del poeta («Esto que escribo es pulso de mi ser»), que se sirve tanto de pequeños sucesos (un paseo, una conversación, un recuerdo…), como de reflexiones casi místicas («y de esta luz sin luz no sé deciros»). Un tono sereno y armonioso predomina en el libro, excepto en unos cuantos poemas breves -de contenido irónico y aforístico, unas veces, o con ecos de sentencia popular, en otras-, con los que se subraya el contraste entre la vibración interior del poeta y las carencias que observa en tantos ambientes empobrecidos por el activismo, el afán de poder, de dinero y de éxito superficial, o por el miedo a enfrentarse a las cuestiones comprometedoras y esenciales.
En la poesía de Aller, la musicalidad es fundamental y está presente siempre por medio de recursos muy variados, pero sobre todo con el uso del verso endecasílabo, que este poeta leonés domina con gran naturalidad. Y, con la musicalidad, la precisión para elegir el nombre o el adjetivo adecuados y para evitar voces superfluas que relajarían la intensidad de los poemas.
Luis Ramoneda