John Micklethwait y Adrian WooldridgeAlianza. Madrid (1998). 485 págs. 2.900 ptas. Traducción: Rafael Aparición Martín.
Los autores de este libro, redactores del semanario británico The Economist, han escrito una obra desmitificadora sobre la difusión de teorías de gestión empresarial. Lo que sale a la luz es que, con pocas excepciones, escribir sobre métodos de gestión empresarial es ante todo un buen negocio. No sólo los autores de esas teorías, sino también las empresas consultoras y las universidades donde enseñan, tienen un gran interés en que sus ideas se promocionen y se les reconozca el mérito de ser lo último en gestión empresarial.
El lado oscuro de las teorías de gestión y de los gurús que las predican es que ayudan a encubrir realidades so-ciales bajo nombres atractivos: es el caso de los despidos masivos que se ocultan bajo un modo de reorganización empresarial que se ha bautizado con el nombre de «reingeniería». La reingeniería está orientada al máximo rendimiento con la reducción drástica de costes. Los recursos humanos se incluyen en este último capítulo.
Un aspecto interesante del libro es el breve recorrido histórico por la evolución de las teorías de gestión. Aunque los autores se decantan por alguno de los gurús más famosos, a otros los critican abiertamente y, desde luego, son claramente hostiles a los que parecen frívolos manipuladores de opinión antes que verdaderos estudiosos de la gestión empresarial.
Como contrapunto al cúmulo de charlatanes, nos encontramos con que las teorías de management se han convertido en una más de las disciplinas que se imparten en las escuelas de negocios más prestigiosas. Este es el lado serio, que augura a las teorías de gestión una larga vida. La incesante búsqueda de la mayor eficiencia, de la mayor rentabilidad de los recursos y de la adaptación del trabajador a su puesto de trabajo ha proporcionado una gran cantidad de datos y de estudios sociológicos que, cuando menos, ayudan a entender de una manera más completa la compleja realidad empresarial.
Carlos Segade