Palabra. Madrid (1998). 339 págs. 2.200 ptas.
Preocupada por el progreso de la mujer, Edith Stein participó en el movimiento feminista y dio numerosas conferencias sobre la mujer entre 1928 y 1933, que se recogen en este libro, primera traducción al español del volumen V actualizado de sus obras completas. La filósofa cristiana reflexiona sobre la identidad y vocación de la mujer y su situación en la sociedad: trabajos y actividades de la mujer, fundamentos y problemas de la educación femenina, la mujer en la Iglesia y misión de la universitaria católica, la mujer en la vida de un pueblo, etc.
Analiza la misión de hombres y mujeres según la naturaleza y la gracia. Ambos sexos tienen una triple y común vocación originaria -ser imagen de Dios, dominar el mundo, procrear-, que cada uno realiza a su modo; pero tras el pecado original se introduce el desorden en la relación entre los sexos, y el hombre domina abusivamente sobre la mujer y sobre la creación entera. Con la Redención se reinstaura el plan originario de Dios, basado en una armoniosa colaboración de ambos sexos, con sus dones específicos.
Edith considera que hay una vocación natural del hombre a ser cabeza y protector de la mujer, y una inclinación natural de la mujer a la obediencia y el servicio. Habría que matizar hoy esta idea con la «sumisión recíproca», que Juan Pablo II desarrolla en la Mulieris dignitatem: para ambos sexos, «servir es reinar». Edith descubre en los diferentes tipos de mujeres un deseo de dar amor y recibir amor. Su misión como compañera del hombre, y madre y educadora de sus hijos requiere una instrucción adecuada. Es importante educar el sentimiento y los afectos -son el «centro del alma femenina»-, así como el mundo de los valores, y enseñar a la mujer materias de letras y ciencias -lengua y literatura, historia, psicología, pedagogía, matemáticas, biología…-, para formar bien su cabeza y su corazón, y, por supuesto, religión, que ha de ser el núcleo de toda educación verdadera. También necesita aprender la auténtica feminidad, junto a una mujer que encarne bien ese papel (su madre o una maestra).
Si la vocación natural de la mujer es ser compañera del hombre y madre, serán profesiones naturales femeninas no sólo las relacionadas con la atención de la casa y la familia, sino todas las que hacen más referencia a la especificidad femenina: asistencia, educación, medicina, política, y otras profesiones sociales. También podrá la mujer humanizar las profesiones consideradas «masculinas», siendo un contrapeso benéfico en cualquier tarea, por su mayor apertura a la ayuda y la participación, y por su interés hacia lo personal-vital y su conocimiento más intuitivo. Defiende, por tanto, que la mujer pueda estar presente en todos los trabajos, lo cual beneficiará a toda la sociedad: «La entrada de las mujeres en las más variadas profesiones podría ser una bendición para la vida social, la vida privada y la pública, precisamente si se hace presente el ethos femenino».
Respecto a la mujer en la Iglesia, Edith distingue la doctrina de Jesucristo -positiva para las mujeres- de las normas del Derecho Canónico y las opiniones de algunos eclesiásticos, influidas por diferentes culturas, y más acertadas en algunas personas y épocas que en otras. Considera que María, Virgen y Madre, es el modelo de toda mujer, y encarna la naturaleza femenina en su pureza originaria.
En resumen, ideas importantes -válidas todavía muchas de ellas- que pueden servir para una sociedad que busque un progreso verdadero.
Gloria Solé Romeo