Aunque lo mejor de Dostoievski son sus novelas largas y sus tres novelas cortas más difundidas (El jugador, Memorias del subsuelo y El eterno marido), sus relatos interesan sobre todo por su acierto como bocetos de temas y personas que cristalizan plenamente en sus grandes novelas.
Los relatos que componen El sueño de un hombre ridículo están narrados en esa primera persona tan de Dostoievski, egocéntrica y obsesiva, que da vueltas continuamente a las cosas con una mórbida vehemencia. Las peripecias se describen con tal intensidad que el narrador se desentiende de detalles que considera innecesarios para la fuerza del relato, como la localización. Además, el narrador continuamente se autoflagela, y se trata a sí mismo de hombre ridículo, cobarde, egoísta, canalla…
El ladrón honrado es un relato presiberiano, que su autor sacó de una historia de Schiller. El sueño… y Bobok tienen una ambientación fantástica, en la línea de los relatos de Hoffman. La sumisa, el más extenso y sin duda el mejor de los cuatro, anticipa las complejas relaciones hombre-mujer de sus grandes novelas, muy en particular en lo que se refiere a la pasión amorosa y la fluctuante tensión entre dominio y sumisión.