Península. Barcelona (1997). 170 págs. 1.200 ptas. Traducción: Jordi Fibla.
Algunos hechos circunstanciales (la aparición de versiones cinematográficas, por ejemplo) vuelven a poner de moda a autores que, con vaivenes comerciales, siempre han tenido una excelente acogida entre los lectores. Es el caso de Henry James, del que estos días coinciden las reediciones de varios libros.
A partir de 1890, Henry James escribió una serie de relatos sobre apariciones de espectros. No se trata de presencias fantasmales como las de Otra vuelta de tuerca, terribles, inconcretas y que acaban provocando el pavor y el mal. Son fantasmas humanos, almas desligadas (o no) de sus cuerpos, que padecen una peculiar escatología intermedia. Son percepciones «sin existencia», que conquistan «la vida» alterando otras vidas, como las de los personajes.
El Discípulo y Sin trampa ni cartón son dos narraciones escritas en 1891 y 1892. En El Discípulo hace una variación sobre el esquema que empleó en novelas como Retrato de una dama, Los Bostonianos, Daisy Miller, en las que contrapone los modos de vida europeos y americanos. En esta ocasión, el ambiente europeo aparece retratato por un niño que repudia la situación en la que le ha tocado vivir, pero no puede librarse de ella porque no tiene edad para independizarse. La historia se describe con la lenta y minuciosa revelación de caracteres que hace inconfundibles las ficciones de Henry James. Como es habitual en su narrativa, algunos personajes quedan atrapados en la tela de araña de sus propias y buenas intenciones.
Sin trampa ni cartón corresponde a su otro filón narrativo: investigar las relaciones entre el artista y su obra y entre éste y la sociedad. El lector asiste en esta breve novela a un naufragio social. James disecciona también a los personajes representativos de una clase social tan elegante como inútil.
También se acaba de reeditar Washington Square (Seix Barral), novela en la que se ha inspirado la película del mismo nombre dirigida por Agnieszka Holland. En ella, Henry James escribe sobre el clásico conflicto entre la rica heredera y el cazadotes, entre la ingenuidad enfermiza y la astucia premeditada.
Rafael Díaz Riera