Rialp. Madrid (1993). 148 págs. 1.000 ptas.
Si la gracia perfecciona la naturaleza, se comprende que los santos eleven el buen humor de estado de ánimo a virtud. El Beato Josemaría Escrivá de Balaguer tuvo esta cualidad de modo tan señalado, que ha sido posible escribir un libro a base de muestras de su buen humor. José Luis Soria, que convivió con él durante años, no ha tenido que rebuscarlas, para disponer de ejemplos con que ilustrar una tesis. El título de su obra es una conclusión, que deriva por sí sola de la realidad experimentada.
El catálogo, tan amplio, permite comprobar que en el Beato Escrivá el buen humor era más que un rasgo temperamental. Tenía una chispa poco común. Pero, aunque estaba, las más veces, de buen humor, lo que sobre todo importa es que habitualmente lo tuvo. Esta disposición estable -virtud- tenía un cimiento sobrenatural: la fe, el abandono confiado en la Providencia. El fundador del Opus Dei poseía, como determinante de su conducta, la conciencia de que Dios es Padre. Esto le daba una alegría a prueba de contrariedades, que le hacía mirar los sucesos con ojos bienhumorados y le ofrecía materia en que verter su gracia humana.
El humor puede ser negro y cruel. El del Beato Escrivá era un humor amable, que tenía por finalidad dominante ayudar a los demás. A estar contentos, y eso ya es un gran servicio. Y en particular, su buen humor era el vehículo habitual de la enseñanza cristiana. Quienes escuchaban sus catequesis reían no menos que reflexionaban. Con el suave condimento del humor, la doctrina se asimilaba con gusto y el consejo pastoral era eficazmente estimulante. Así, el Beato Escrivá no sólo ha mostrado que seguir a Cristo es el empeño más serio: además, lo ha hecho simpático.
Rafael Serrano