Planeta. Barcelona (1993). 204 págs. 650 ptas.
La poesía de Manuel Machado se ha tambaleado siempre entre aplausos y olvidos; ya en vida del poeta aconteció así. Unos tratan de enfrentarlo a su hermano Antonio, cuando los dos, como bien señala el escritor Andrés Trapiello en la introducción de esta antología, eran propiamente complementarios, y de ningún modo oponentes. Su formación inicial es idéntica, juntos escribieron para el teatro y -a pesar de sus diferentes enfoques vitales- siempre se guardaron mutua admiración y afecto, que la Guerra Civil truncó, bien a pesar de los dos.
Sin embargo, en la valoración de su obra, han influido a menudo factores extraliterarios. Ahora parece que se vuelve a apreciar la poesía de Manuel Machado. Recientemente, Miguel D’Ors ha reeditado con rigor su Poesía de guerra y posguerra (Universidad de Granada, 1992). Andrés Trapiello pone al alcance de un público más amplio la antología que comentamos.
Machado es un poeta versátil. Los temas de su poesía son variadísimos, desde la copla popular a la poesía amorosa, pasando por retratos, dedicatorias, poemas religiosos, etc. Y también es variado el estilo: desde estrofas tradicionales o excelentes sonetos, hasta el uso del verso libre. Tiene Manuel Machado una llamativa facilidad para versificar. En su poesía predominan la musicalidad, los cambios de ritmo, la descripción. No estamos ante una poesía simbólica y rural, como la de su hermano Antonio. La de Manuel es poesía urbana, intemporal, del instante, del gozo pasajero y del poso de dolor que deja, y que el poeta prefiere olvidar. Quizá por estos rasgos, Manuel Machado es uno de los poetas más influyentes en las últimas generaciones.
En buena parte de su poesía -en la que son evidentes las huellas de Rubén Darío y por tanto del parnasianismo y simbolismo franceses-, domina la apariencia de escepticismo, con brillantez esteticista y un fondo de melancolía. Pero esta apariencia, aumentada a veces por la facilidad versificadora del poeta, oculta un fondo de más hondura, entre senequista y cristiano. En sus últimos poemas, se decantará del lado de la fe, fruto de su conversión definitiva, que algunos se empeñan también en poner en duda.
La poesía de Manuel Machado es desigual, pero hay un buen puñado de poemas de enorme calidad, que quedarán entre las mejores muestras de la poesía castellana. Esta antología los pone al alcance de quienes quieran apreciarlos.
Luis Ramoneda