Ediciones Internacionales Universitarias. Madrid (2000). 171 págs. 2100 ptas. Traducción: Ricardo Baeza.
Joseph Conrad (1857-1924) es autor de excelentes y conocidas novelas, como Nostromo, El corazón de las tinieblas o Lord Jim. Pero entre su producción podemos también encontrar otras piezas breves de gran calidad y que contienen los mismos rasgos que sus obras más célebres. Tal es el caso de la magistral La línea de sombra, escrita en tan solo tres meses, pero gestada durante mucho más tiempo en la cabeza del escritor.
La acción transcurre en los mares del Extremo Oriente, de donde Conrad extrajo el ambiente hostil y misterioso de gran parte de sus novelas. Un joven próximo a la treintena toma la resolución de abandonar la marina, pero inesperadamente recibe la propuesta de liderar el regreso de un barco a Inglaterra, ya que su antiguo capitán ha muerto durante la travesía. Con la audacia e ilusión de la juventud, el protagonista tomará el mando, pero algo caerá sobre la nave como un maleficio. Con la sola ayuda de un hombre, el nuevo capitán tendrá que enfrentarse a los miedos del segundo oficial y luchar contra las extrañas fuerzas que parecen haberse adueñado del barco.
En esta narración, Joseph Conrad quiso expresar ese momento de la vida en que un joven tiene que dar el paso crítico hacia la madurez, cuando el idealismo se topa irremediablemente contra un obstáculo poderoso o irracional que sobrepasa sus fuerzas, y en cuya aceptación se encuentra el comienzo de la edad adulta. El autor maneja con maestría la inquietud que produce en el espíritu lo desconocido, y cómo, poco a poco, ese sentimiento se hace dueño de una persona hasta poseerlo por completo.
Como en todo Conrad, en esta obra no importa tanto lo que se cuenta como la inmensa soledad del hombre, su impotencia ante una infinitud que no puede entender ni dominar y, por tanto, se asemeja al mundo sobrenatural. Aunque cabe achacar al autor una excesiva morosidad en la primera parte de la novela, la cual no arranca de verdad hasta sobrepasar setenta páginas, La línea de sombra no deja de ser una magnífica muestra del universo personal de Conrad, escrita con una prosa fluida y muy cercana gracias al uso de la primera persona.
Pablo de Santiago