Pintura y realidad

TÍTULO ORIGINALPainting and Reality

GÉNERO

EUNSA. Pamplona (2000). 396 págs. 4.500 ptas. Traducción: Manuel Fuentes Senot. Versión actualizada: Rosa Fernández Urtasun.

En el momento en el que se debaten acaloradamente las aportaciones del arte del siglo XX y se crea un nuevo marco historiográfico para su análisis, la elección de esta editorial de la Universidad de Navarra parece una respuesta contundente al reeditar en castellano un texto filosófico clásico, por su edad y por su espíritu. Epígrafes como «Ontología de la pintura» pueden echar para atrás; y, sin embargo, el libro resulta extraordinariamente legible e incluso ameno.

El libro tiene algo de texto de trinchera y no solo porque las primeras reflexiones de Étienne Gilson sobre el arte fueran desarrolladas en las de la Primera Guerra Mundial, aunque parezca increíble por la paz que trasudan, sino por su tesis: la pintura lo es hasta que pierde conciencia de sí e intenta independizarse de la forma, suprimir la separación entre lo bello y lo feo, valorar como arte las pinturas de los niños y de los locos, fundirse y confundirse con otras artes, postergar la técnica… Porque para Gilson, tomista declarado, su definición de arte coincide con la de Santo Tomás: aquellas cosas que vistas agradan. Por eso, puede inferirse claramente lo que considera arte y lo que puede ser cualquier cosa menos esto; aunque con ello puedan verse afectados incluso los grandes nombres del siglo XX.

El mayor problema para aceptar el pensamiento de Gilson y cercenar con él buena parte de la pintura del siglo XX es que hay que aceptar que o bien existen unas formas para cuya consecución se requiere un trabajo técnico depurado sobre la materia, y de las que cualquier desviación lleva al pintarrajo, o bien que la pintura tiene un vago carácter progresivo y no es solo la historiografía del arte la que sufre ese proceso al menos acumulativo.

Gilson se esfuerza por dar la palabra constantemente a los pintores. Por eso avanzamos por el libro de la mano de estos, especialmente de la de Delacroix, y de sus textos autobiográficos y diarios, así como de los marchantes y de los músicos, con quienes se traba fructífero diálogo. Los temas abarcados son variadísimos: reproducción y copias, conservación, contemplación… El libro de Gilson es una interesante introducción a los problemas de la Historia del arte y un generador de meditaciones que van a ser necesarias durante la reconsideración que ahora se encuentra en proceso de trabajo.

José Ignacio Gómez Álvarez

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