El País-Aguilar. Madrid (2000). 493 págs. 3.775 ptas. Traducción: Andrés Fernández Rubio e Irene Hernández Velasco.
Cuatro años después de su primera edición, vuelve a probar fortuna en el mercado hispano la autobiografía de Ben Bradlee, director del Washington Post de 1968 a 1991. La obra recoge los entresijos periodísticos de algunos de los episodios más destacados de la política norteamericana de los años setenta y ochenta, en particular el caso Watergate.
El humor anglosajón que destila la pluma de Bradlee amortigua un notable grado de autocomplacencia y el excesivo reconocimiento a las virtudes de los periodistas que trabajaron a sus órdenes, primero en su etapa de Newsweek, y posteriormente al frente del Post. En cualquier caso, puede considerarse un pequeño clásico de la bibliografía periodística por sus lecciones de deontología y buen quehacer profesional. Entre otras, la necesidad de suavizar la superficialidad impuesta por el cierre de la edición y por otros factores más personales (como la excesiva confianza en uno mismo, que puede resultar muy dañina) con la humildad de saber reconocer los errores.
No hay tampoco piedad hacia el periodismo sensacionalista, que Bradlee califica de «periodismo de queroseno», por su habilidad para alimentar con fuego cualquier destello de humo, escamoteando todo interés por la verdad. El ex director del Post reconoce, no obstante, que la notoriedad social que la caída de Nixon concedió a la profesión periodística es, en cierto modo, culpable de la plaga de jóvenes periodistas «ansiosos por descubrir Watergates» debajo de cualquier piedra.
Francisco de Andrés