Aguilar. Madrid (2000). 280 págs. 2.600 ptas.
Mercedes Odina asegura que «los límites entre lo real e irreal están destinados a desaparecer», como consecuencia de los avances tecnológicos. En cada capítulo se detallan anécdotas que muestran cómo los sueños y fantasías de nuestros antepasados forman hoy parte de la existencia cotidiana.
Mercedes Odina es periodista y en estas páginas refleja su conocimiento sobre los medios de comunicación. Sin negar los valores de la televisión, asegura que el mundo percibido como real a través de la pequeña pantalla está «corregido, editado y vendido». Y también es fácil olvidar la propia identidad ante un ordenador; por eso los niños ya no saben realizar operaciones matemáticas sin una calculadora o entretenerse sin un juego virtual. Algo similar sucede a los mayores, que conocen muchas cosas y piensan muy pocas, porque no asimilan la información que reciben a través de Internet o de los múltiples canales que ofrece la nueva televisión.
Pero la sociedad contemporánea es algo más que tecnología. Una característica que marca la época actual es la confusión entre experiencia sintética y experiencia real, como confirman los partidarios del mundo mágico de las píldoras. Por eso Odina se plantea la posibilidad de que lo que todavía permanece al margen de la técnica, como la vida íntima o la psicología, se pueda ver manipulado en las próximas décadas.
La aldea irreal presenta las luces y sombras que marcan el fin de siglo. Su mensaje es claro: tenemos el mundo que nosotros mismos hemos diseñado; después de examinarlo parece que existe una asignatura pendiente: «dar un nuevo impulso a nuestro desarrollo humano y ético». La autora sabe desarrollar los temas desde un punto de vista divulgativo, que hace la lectura interesante y amena.
Julia Sanz Rubiales