El cómplice

TÍTULO ORIGINALA Cinkos

GÉNERO

Círculo de Lectores. Barcelona (2001). 459 págs. 2.300 ptas. Traducción: Elisabeth Szél y Edith Sándor.

Esta novela cuenta la historia del socialismo en Hungría. La ficción es lo de menos, pues lo que importa a Konrád es reflejar las sucesivas agresiones que el paso del tiempo ha marcado en su país. Konrád, judío, nacido en 1933, ejemplo de escritor disidente e incómodo, ha sido presidente del Pen Club y ahora lo es de la Academia de Bellas Artes en Berlín. Recientemente ha obtenido el premio internacional Carlomagno. Ha cultivado fundamentalmente el ensayo y en sus novelas emplea invariablemente la primera persona, como corresponde al trasfondo autobiográfico de sus textos y a la carga de verosimilitud que quiere imprimirles.

El protagonista es un intelectual húngaro mitad judío y mitad cristiano. Tras una cómoda juventud burguesa, es perseguido por el régimen semifascista, conoce los campos de trabajo en el frente ruso, es vigilado por el KGB, saborea el poder con el triunfo comunista y vuelve otra vez a la cárcel, para terminar (voluntariamente) recluido en un manicomio. De estructura circular y ritmo vertiginoso, la obra comienza por el final de este largo periplo para ir recorriendo, desde la memoria del protagonista, todas las etapas.

El cómplice, publicado en 1980, es un libro duro, bastante duro. Con frases cortas, con aire notarial y a veces periodístico, sin solemnidad alguna, como si se hablara de las cosas más comunes, dibuja con todo realismo un panorama asfixiante de aniquilación y sordidez: la mentira, la violencia (moral, física o sexual), la arbitrariedad y el miedo son las constantes y las conductas preferentemente señaladas. Curiosamente, este tremendo material narrativo (que no elude pormenores desagradables) está tratado de forma bella, rica en imágenes y metáforas, rebosante de aliento épico. Se trata de una novela seria y provocadora, difícil de olvidar, de interés sociológico-documental y, desde, luego, literario; eso sí, requiere del lector una sensibilidad a prueba de bomba.

Javier Cercas Rueda

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